¿Por qué los principios importan?

Abre tu mente a la importancia de los principios. Puede que sea por lo que el mundo te recuerde.

Parafraseando al periodista y filósofo inglés G. K. Chesterton, erudito del Nuevo Testamento, N.T. Wright escribió:

El propósito de una mente abierta… es como el propósito de una boca abierta: Podría cerrarse de nuevo con algo sólido. Sí, debemos ser libres para hacer preguntas. Pero cuando escuchamos una buena respuesta debemos estar preparados para reconocerla como tal, y no interesarnos en mantener todas las preguntas que nos rehusemos a responder abiertamente porque nos gusta tener la mente abierta. Ese es el camino para la inanición intelectual y espiritual.

El culto de la mente abierta, en su más pura esencia no es más que admitir que uno ha vivido una vida sin aprender algo o sin haber llegado a una conclusión.

De una forma u otra, escucho a gente sugerir que una mente abierta es un modo superior de poseer una opinión o de abrazar un principio. Las únicas veces que eso es verdad, en mi opinión, es cuando una opinión o un principio es arrogante, pobremente considerado, ilógico, falso o infundado.

¿Sale el sol por el este o por el oeste? No es una señal de sabiduría afirmar que tu mente está abierta a esto y entonces esperar cada mañana para ver qué ocurre.

Opiniones vs. Principios

Las opiniones y los principios están conectados, o al menos deberían estarlo. Los principios son fundamentales, y las opiniones tienen su base, al menos en parte, sobre ellos. Así que piensa primero en los principios, en segundo lugar, en las opiniones. Los principios son un conjunto de reglas, directrices, verdades fundamentales. Incluyen axiomas, la moral, ideales, leyes de la naturaleza y del comportamiento humano e incluso los principios físicos fundamentales del universo. Tienes una opinión sobre algo porque en algún lugar a lo largo del camino adoptaste consciente o subconscientemente, uno o dos principios. Otra palabra para principio es: convicción.

Esto no quiere decir que los principios de uno no deban necesariamente cambiar nunca. Cuando la verdad o nueva evidencia (no simplemente los vientos dominantes) lo sugieran con suficiente fuerza, deberíamos cambiarlos. En este sentido, supongo, nuestras mentes deberían estar siempre “abiertas”, pero esto no es razón para sentarnos en la cerca mientras tanto.

Hasta la fecha, nuestros sentidos y la información que recogen nos informan convincentemente que las verduras son buenas para nuestra salud. En consecuencia. actuamos —y consumimos—. Nadie en su sano juicio diría que está tan “abierto” a la opinión contraria de que las verduras podrían algún día ser malas para nosotros por lo que no se arriesgará a comer algunas ahora. Así que abrazamos el principio de que las verduras son buenas en la medida que lo sabemos ahora. Las comemos y luego formamos opiniones de cuales son más agradables para nuestros paladares.

“Si no crees en algo, creerás en cualquier cosa”.

Los ejemplos anteriores provienen de las ciencias físicas. Donde la evidencia y las pruebas parecen ser, al menos por el momento, objetivas e indiscutibles. Es en las ciencias sociales donde las cosas se vuelven confusas y más subjetivas. Pero aún ahí, una persona pensante busca principios para llevarlo lógicamente a las opiniones y conclusiones.

Aunque algunos pueden ver de manera negativa los principios como una señal de rigidez ideología o mentalidad cerrada, a menudo es sólo una forma de desechar los principios de otra persona mientras imponemos los nuestros ¡La mayoría de las personas admira instintivamente a alguien que parece creer en algo!

El comediante Groucho Marx una vez declaró en broma, “Esos son mis principios. Si no te gustan (pausa), ¡tengo otros!” Podemos reírnos de eso, pero no admirarlo, es sólo una forma divertida de decir: “En realidad no tengo principios” o “Tendré los principios que quieras que tenga y los dejaré en el momento en que alguien más quiera que tenga otros”.

No sé quién lo dijo primero, pero quienquiera que sea debería obtener una medalla por darse cuenta de que “Si no crees en algo, creerás en cualquier cosa”.

El cementerio de principios

Mucha gente es insolente en lo que refiere de la política porque es el cementerio de los principios. Rick Becker, un amigo y miembro de North Dakota House of Representatives, es uno de los raros políticos que dice lo que piensa, piensa lo que dice y vota de la misma manera. En mi podcast, recientemente le pregunté qué  pasa con a política que sabotea a hombres y mujeres de principios.

Si esquivas y evades para evitar tener principios de tal forma que puedas afirmar que tienes una “mente abierta”, simplemente has demostrado lo vacía que está tu mente.

Esperaba que Rick citara una letanía de las tentaciones de la política que cuelgan en frente de la gente buena, nada desconfiada. En su lugar ofreció una visión más penetrante: “La política revela lo que ya está en tí”. En otras palabras, en la olla de presión de la política los principios que pensabas que alguien tenía resultan ser meras conveniencias temporales que eran fácilmente reemplazables por un deseo más fuerte de ser popular, rico o reelegido.

Ser alguien de principios es más que el expresar dichos aburridos o frases impactantes. Tener principios significa que pones tus acciones donde está tu boca. Es una señal de buen carácter. Ser alguien sin principios nunca debería de ser un cumplido. Si esquivas y evades para evitar tener principios de tal forma que puedas afirmar que tienes una “mente abierta”, simplemente has demostrado lo vacía que está tu mente. Y tal vez también tu espíritu.

Creo que ser una persona de principios es tan importante que es una de las dos o tres cosas por las que más quisiera ser recordado algún día. Mucho después de que alguien recuerde las casas donde viviste, los trabajos que tuviste o incluso los nombres de tus hijos, sería bueno que pudiesen proclamar: “Había un hombre de principios. Identificó lo que pensó que era correcto y verdadero, unió los puntos y vivió acorde a esto”.

¿Cuáles son tus principios?

Aquí quiero sugerirte un ejercicio de autoevaluación. Aparta un poco de tiempo para escribir algunos principios en los que creas seriamente. Claro que, si rindes culto al altar de la mente abierta, puedes escribirlo en la palma de tu mano y aún tendrás espacio de sobra. Pero si eres honesto, y si has aprendido algo en tus años de vida, quedarás asombrado de cuantos espacios puedes llenar. Observa cuidadosamente la lista para ver si tiene algunas contradicciones muy evidentes, y si las tiene, resuélvelas. Piensa sobre cuáles son los riesgos que podrías estar dispuesto a tomar o las pérdidas que podrías estar dispuesto a soportar por atenerse a cada principio.

Por ejemplo, uno de mis principios es “Las personas deberían ser libres siempre y cuando cada uno no dañe a otro”. Ese es por el que creo que arriesgaría cualquier cosa. Otro principio en el que creo es: “Como mi jardín es un reflejo público de mi cuidado por la propiedad, quiero que siempre luzca bien. Pero no me iré a la bancarrota sólo para mantenerlo regado si viviera en Death Valley”.

(Aquí hay unos principios más para considerar)

Supuestamente Sócrates aconsejó, “Conócete a ti mismo”. No puedo imaginar una mejor manera de hacerlo que este ejercicio.

Mantén tu lista donde puedas sacarla y ponerle algo de atención de vez en cuando. Juzga qué tan bien tus acciones corresponden con lo que escribiste en la lista. Comparte algo o toda tu lista con tus hijos; te conocerán, apreciarán y te recordarán mucho más por ello.

Stanley Baldwin, uno de los primeros ministros de Inglaterra más fáciles de olvidar, dijo una vez, “Preferiría ser un oportunista y flotar que ir al fondo con mis principios alrededor de mi cuello”. Todavía no estamos seguros de cuáles eran sus principios, lo cual es una gran razón de porqué él permanece olvidado.

Abre tu mente a la importancia de los principios. Puede que sea por lo que el mundo te recuerde.

Traducido al español por David Ross, embajador de FEE en español en México.