Era y es un apelativo apropiado para la filosofía de la libertad.
El debate sobre cuándo adquirió «liberal» un significado político por primera vez se ha resuelto. La respuesta es la década de 1770, cuando el adjetivo «liberal» se convirtió en el nombre de la orientación política contra la restricción gubernamental, el monopolio gubernamental y el proteccionismo, y a favor de la libertad individual, basada en un sistema estable y funcional de autoridad gubernamental.
Esta orientación política fue bautizada como «liberal» por los escoceses Adam Smith, William Robertson y otros. En 1776, La Riqueza de las Naciones de Smith avanzó el principio de libertad como máxima política. Ese libro defendía la presunción de libertad. Tuvo una enorme influencia.
En las décadas siguientes, el adjetivo «liberal» se exportó de Gran Bretaña al continente y dio lugar a los sustantivos «liberal» y «liberalismo». Todo esto se ha podido establecer gracias a nuevos análisis que ha hecho posibles la digitalización de textos históricos.
El primer liberalismo político, pues, proclamaba la orientación política de Adam Smith. Pero, 100 años después, «liberal» empezó a adquirir un significado contrario al significado político original. Esa inversión comenzó primero en Gran Bretaña y, a principios del siglo XX, empezó a crecer en Norteamérica, donde el significado invertido se acentuó.
Estas confusiones sobre el verdadero significado de «liberal» no desaparecerán pronto.
Pero consideremos una cuestión que nos retrotrae a la década de 1770: ¿cómo decidió la vanguardia escocesa del liberalismo el nombre de su orientación política?
Durante siglos, el adjetivo «liberal» denotó aspectos de liberalidad. Ser liberal era ser generoso, munificente, indulgente, como en «con mano liberal», o de mente abierta, tolerante, libre de prejuicios o fanatismos y, en general, propio de un hombre libre, como en «artes liberales» y «ciencias liberales». Estos significados no eran políticos, y «liberal» no se utilizaba para etiquetar un tipo de política.
Partiendo de esta concepción tradicional, Smith y otros empezaron a hablar de «principios liberales», «sistema liberal», «plan liberal», «política liberal», «gobierno liberal» e «ideas liberales».
«Liberal» era adecuado, en primer lugar, porque “liberal” y “libertad” se parecen. Comparten el morfema «liber». Esa semejanza tenía potencial para infundir a «liberal» un fuerte vínculo con la libertad.
«Liberal» y “libertad” se unen en Smith cuando escribe sobre “el plan liberal de igualdad, libertad y justicia”. George Turnbull y Adam Ferguson habían escrito anteriormente cosas que relacionaban «libertad» y «libertad», y David Hume relacionaba «liberal» y «libertad».
En segundo lugar, los escritos económicos del nuevo movimiento enseñaban algo sobre Dios y la naturaleza: la munificente generosidad que fluye de conceder libertad a la gente. Smith escribió que la libertad económica produce «salarios liberales» y una «recompensa liberal del trabajo». Al hablar así, Smith no está atribuyendo liberalidad a los empresarios. Más bien, la política liberal induce salarios reales más altos y, por tanto, coopera metafóricamente con la mano liberal de Dios.
En tercer lugar, el «liberal» prepolítico connota una mano suelta, una rienda suelta, una permisividad o tolerancia, que se corresponde con la afirmación de la vida ordinaria de la gente corriente. Esa afirmación era fuerte entre estos pensadores escoceses.
Al exponer «el plan liberal», Smith expresó la máxima como «permitir que cada hombre persiga su propio interés a su manera». Esa actitud refleja la liberalidad del que permite, pues otorga dignidad al hombre al que se le permite. El gobernador o gobernante muestra liberalidad al conceder a cada persona la dignidad de disfrutar de la libertad y de ser responsable de su ejercicio de la misma.
Algunos dicen que «liberal» se ha arruinado como palabra para designar la perspectiva política asociada a Adam Smith. Sugieren que ya es hora de que las personas que valoran la libertad renuncien a «liberal».
Sin embargo, independientemente de la palabra que hubieran elegido los sabios escoceses, si la palabra elegida hubiera tenido éxito, habría estado destinada a causar problemas.
Las palabras «libertad», «justicia», «derechos» y «equidad» nacieron como nombres de cosas venerables. De las palabras con un aspecto luminoso se abusa y se hurta inevitablemente, como ocurrió con «liberal». La humanidad está destinada a una confusión terminológica similar a la de Babel en tales asuntos. En cualquier caso, «liberal» es la palabra que se eligió y que se llevó. Es nuestra historia. Abandonar la palabra «liberal», con su venerable historia prepolítica («artes liberales», «ciencias liberales» y «liberalidad») y con su larga historia como significante de una perspectiva política digna, sería abandonar nuestra historia.