Hace un mes, The Guardian publicó un artículo en el que revelaba que el primer ministro británico Rishi Sunak recibía asistencia sanitaria privada. Sunak se enfrentó a reacciones en Internet por recurrir al mercado en lugar de confiar en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS por sus siglas en inglés).
Para una persona ajena a la situación, puede parecer ridículo que la opinión pública británica se enfade tanto por una decisión tan personal. Al fin y al cabo, es su dinero. ¿Y ahora qué? ¿Se va a investigar si prefiere McDonalds o KFC?
Sin embargo, esta historia fue utilizada por la izquierda británica para ganar puntos políticos sobre la falta de contacto de Sunak con el público británico debido a su riqueza. El Servicio Nacional de Salud ha desarrollado un culto en la política británica e incluso ha sido calificado como "lo más parecido a una religión de Estado". Por eso se considera un escándalo político que el Primer Ministro no dependa del NHS.
Por ejemplo, el Dr. John Puntis, copresidente del grupo de campaña Keep Our NHS Public (“Mantengamos nuestro NHS público”, en español) dijo sobre el tema: "No debería sorprendernos que Rishi Sunak disponga de asistencia médica privada; será la norma para muchos de los ricos y poderosos... quienes toman decisiones sobre servicios públicos vitales suelen ser los menos propensos a utilizarlos, lo que por supuesto refuerza su animadversión ideológica".
Si bien es cierto que los políticos fuera de onda no deberían decidir sobre la sanidad, el Dr. Puntis y otros fanáticos del NHS recetan el antídoto equivocado. El problema no es que Rishi Sunak pueda elegir sobre su asistencia sanitaria. El problema es que él tiene el poder de limitar las opciones de otras personas sobre su atención sanitaria.
En el Reino Unido, el Servicio Nacional de Salud tiene casi el monopolio de la asistencia sanitaria y la inmensa mayoría del país depende de él. La excusa habitual -que el NHS funciona mal porque no tiene fondos suficientes- no se sostiene. El NHS ha recibido un gran aumento de financiación cada año: en 2023 los británicos gastarán 175.000 millones de libras en el NHS, lo que supondrá un aumento del gasto del 50% en términos reales desde 2009.
Sin embargo, a pesar de este aumento de la financiación, el NHS sigue fallando a quienes el Estado obliga a depender de él. Más de 7 millones de personas están en las listas de espera del NHS y más de 30.000 pacientes tienen que esperar más de 12 horas en urgencias cada mes. Un reportaje reciente de The Daily Mail informaba de que una mujer de 93 años permaneció en el suelo durante 25 horas tras sufrir una fractura de cadera. Cuando el NHS está fallando a la gente de forma tan drástica, ¿es de extrañar que quienes pueden permitírselo opten por recibir asistencia sanitaria en otro sitio?
Si a quienes rinden culto al NHS les importa de verdad ofrecer un servicio de calidad a quienes lo necesitan, deberían abogar por más opciones en la atención sanitaria en lugar de obligar a la gente a pagar por un servicio que no les sirve. Incluso para los más vulnerables, ¿qué sentido tiene que el NHS sea gratuito en el punto de uso cuando las interminables listas de espera hacen que nadie pueda utilizarlo?
La humillación de Rishi Sunak por utilizar la sanidad privada es un buen ejemplo de cómo los socialistas quieren hacer sufrir a los ricos, incluso si eso se traduce en que los pobres también sufran. Citando a la Primera Ministra británica, Margaret Thatcher: "Mientras la brecha sea menor, prefieren que los pobres sean más pobres".