El Convoy de la Libertad está genial, pero Justin Trudeau es sólo una parte del problema

El régimen COVID de Justin Trudeau es síntoma de un problema mucho más profundo que trasciende a los partidos políticos.

El 8 de febrero, la popular YouTuber Viva Frei se encontró con una mujer en el centro de Ottawa con una gran foto de su hijo pegada en su auto. No dio su nombre, pero estaba ansiosa por compartir su historia.

"Este es mi hijo Jake", dijo señalando la foto. "Tenía 34 años, murió el 1ero de enero, el día de año nuevo del 2021. Su pequeña cumplió un año la víspera de Navidad, murió en su casa de una sobredosis de fentanilo, su cocaína fue envenenada con fentanilo. Había estado en recuperación, había estado trabajando, había estado teniendo un año realmente bueno, uno de los mejores años que había tenido en mucho tiempo. Y entonces llegaron estos confinamientos, y entonces no hubo más trabajo, ni más gimnasios, ni más reuniones de AA".

Lamentablemente, su historia no termina ahí.

"Siete meses después perdí a mi hijo mayor, de 36 años, lo mismo, una sobredosis de fentanilo. Se quedó sin trabajo, no podía salir de casa. Esto es lo que ha hecho Trudeau. Esto es lo que han hecho estos cierres".

La historia de esta mujer es un vívido recordatorio del trágico número de víctimas de los confinamientos, un número que con demasiada frecuencia ha sido invisible. Pero mientras que historias como la suya se pasaron por alto en el pasado, el *Convoy Canadiense por la Libertad está decidido a sacarlas a la luz. En las últimas semanas, miles de personas han acudido a Ottawa, cada una con su propia historia personal de cómo los cierres y los mandatos de vacunación han afectado a sus vidas. Algunos sólo han sufrido molestias. Otros han perdido trabajos, familiares, todo.

La gran campaña de desprestigio de Canadá

A la luz de estas pérdidas, cabría esperar cierto grado de simpatía por parte de quienes se sientan en la torre de marfil que es el Parlamento. Desgraciadamente, la compasión no ha llegado, al menos no por parte de Trudeau y su bancada. En su lugar, Trudeau describió a los manifestantes como una "pequeña minoría marginal" que "mantiene opiniones inaceptables", y más tarde se refirió a ellos como "unas pocas personas que gritan y agitan esvásticas".

Los medios de comunicación, por su parte, no han estado mucho mejor. De hecho, la desconexión entre la narrativa del establishment y la verdad sobre el terreno no puede ser más cruda. Este artículo de opinión del Globe and Mail, por ejemplo, sostiene que "la alt-right ha convertido la "libertad" en un arma para socavar la democracia". Sí, es un verdadero artículo sobre las protestas de los camioneros. Mientras tanto, el Washington Post calificó la caravana de "truco", y muchos otros medios han sido igualmente despectivos con el movimiento.

Es difícil decir si la narrativa de los principales medios está equivocada simplemente por ignorancia o si es propaganda intencional. Lo más probable es que sea una combinación de ambas cosas. En cualquier caso, la buena noticia es que cada vez más gente parece estar despertando y desarrollando un cinismo muy justificado hacia los políticos y los medios de comunicación corporativos.

No tenemos un problema con Trudeau, tenemos un problema de gobierno

Por muy alentador que sea ver a la gente defendiendo la libertad, la triste realidad es que la interferencia del gobierno en nuestras vidas se ha convertido en algo habitual en las últimas décadas. Aunque protestemos con éxito contra ciertas medidas, los gobiernos siempre parecen encontrar nuevas excusas para subir los impuestos, agobiarnos con burocracia y restringir las libertades civiles.

Desgraciadamente, la mayoría de los movimientos políticos que se oponen a este tipo de medidas sólo apuntan a la administración de turno y no al sistema en sí. La protesta de los camioneros no es una excepción. Por supuesto, Trudeau ha sido especialmente prepotente. Pero la verdad es que todo el poder gubernamental es una amenaza para la libertad, no sólo cuando se trata del COVID y no sólo cuando lo ejerce Trudeau. Cuando el gobierno sigue pisoteando la libertad, no importa cuántas veces tenga una nueva dirección, llega un punto en el que hay que considerar la posibilidad de que el problema sea más profundo que la dirección actual.

Así que si una nueva dirección no impide que el Estado siga violando la libertad, ¿quizás sea necesario un nuevo sistema de votación o incluso una nueva forma de gobierno? Es una idea interesante, pero como señala Murray Rothbard en su ensayo Anatomía del Estado, incluso eso es poco probable que resuelva el problema.

"De todas las numerosas formas que han adoptado los gobiernos a lo largo de los siglos", escribe Rothbard, "de todos los conceptos e instituciones que se han probado, ninguno ha conseguido mantener al Estado bajo control". El problema del Estado está evidentemente tan lejos de la solución como siempre. Tal vez haya que explorar nuevos caminos de investigación, si se quiere alcanzar alguna vez la solución exitosa y definitiva de la cuestión del Estado".

El punto de Rothbard es difícil de tragar, pero vale la pena tomarlo en serio. Si queremos una libertad verdadera y duradera, va a requerir un verdadero cambio estructural. El sistema que tenemos está roto. Los "controles y equilibrios" que creíamos que protegerían nuestras libertades no están funcionando. Si los dos últimos años no lo han dejado claro, no sé qué lo hará.

Así que en lugar de buscar la salvación en las Constituciones, las Cartas, los políticos y los poderes judiciales, tenemos que dar un paso atrás y reevaluar el sistema en su conjunto. Tenemos que aprovechar este movimiento como una oportunidad, no sólo para denunciar a Trudeau y acabar con el régimen COVID, sino para repensar los principios sobre los que se fundó este país.

Para ello, Por una nueva libertad de Rothbard podría ser un buen punto de partida.