La mayoría de los jóvenes corren poco riesgo de morir a causa del coronavirus. Sin embargo, una nueva encuesta de Pew Research Center muestra que están sufriendo de manera desproporcionada las consecuencias de las medidas de confinamientos por la pandemia y las restricciones gubernamentales de aislamiento.
Pew ha descubierto que un alarmante 32% de los adultos jóvenes entre 18 y 29 años dicen experimentar altos niveles de "angustia psicológica". Otro 31% dice haber experimentado un nivel medio. En particular, las mujeres y las personas con menos ingresos son aún más propensas a experimentar una angustia psicológica grave dentro de este subgrupo de jóvenes.
Mientras tanto, el 45% de los encuestados menores de 30 años declararon estar "nerviosos, ansiosos o al límite" al menos "ocasionalmente o una cantidad moderada de tiempo".
¿Cuál es la causa de esta angustia generalizada entre los adultos jóvenes? Bueno, los informes suelen atribuirlo a "la pandemia" o al "COVID", pero en realidad es atribuible en gran medida a las políticas de encierros y a las restricciones gubernamentales, no al virus en sí.
La tasa de mortalidad de los miembros de este grupo de edad, entre los 18 y los 29 años aproximadamente, se sitúa entre el 0,003% y el 0,013%, una minúscula sub-fracción de un porcentaje. Así pues, no es el virus en sí o el miedo a él, sino principalmente la privación de sus vidas y de ganarse la vida lo que está arrastrando a los jóvenes estadounidenses.
"Los jóvenes han sido un grupo de especial preocupación durante la pandemia para los profesionales de la salud mental, y los jóvenes adultos destacan en la encuesta actual por exhibir niveles más altos de angustia psicológica que otros grupos de edad", explica Pew. "Las restricciones han interrumpido las oportunidades de trabajo, las experiencias universitarias y el intercambio social que marcan la transición a la edad adulta".
La única conclusión que nos queda es que los jóvenes están sufriendo una angustia y un trauma psicológico que pone en peligro sus vidas, infligidos por las medidas de confinamientos excesivamente rigurosos por parte del gobierno.
Estas políticas se aplicaron con una “visión túnel”, centrada en contener el COVID-19, algo que los legisladores han demostrado ser incapaces de hacer. Los funcionarios del gobierno promulgaron restricciones sin precedentes que privaron a las personas de sus sustentos de vida, cerraron escuelas y aislaron a las personas de sus comunidades y familias, sin tener en cuenta las innumerables consecuencias imprevistas y los impactos de segundo orden que siempre se produjeron.
La arrogancia de los funcionarios electos será recordada como la razón fundamental por la cual los resultados del COVID-19 fueron tan desastrosos. No tuvieron en cuenta una de las lecciones más básicas de la economía: los devastadores resultados son consecuencia de políticos que no tienen humildad para ver los límites de sus capacidades para controlar la sociedad de arriba a abajo.
"Los legisladores deberían ser muy conscientes de que toda acción humana tiene consecuencias intencionadas y no intencionadas", explican Ant Davies y James Harrigan de la Fundación para la Educación Económica (FEE). "Los seres humanos reaccionan a cada norma, regulación y orden que imponen los gobiernos, y sus reacciones dan lugar a resultados que pueden ser muy diferentes de los que pretendían los legisladores".
"Así que, aunque hay un lugar para la legislación, ese lugar debería estar definido tanto por una gran precaución como por una tremenda humildad", concluyen.
Cuando se trata de medidas de cierres sin precedentes, nuestros legisladores han sido de todo menos humildes. Tanto legisladores como expertos en la salud pública pensaron tontamente que podían resolver todo con mandatos de arriba a abajo y con un control centralizado, y la psique colectiva de toda una generación de jóvenes quedará marcada para siempre como resultado de esto.