El New York Times explora qué pasa cuando los demócratas tienen todo el poder y el hallazgo puede que sorprenda

Resulta que los votantes y legisladores de los estados progresistas llegan a las decisiones como todo el mundo: por interés propio. Pero eso no es todo.

La semana pasada, el video-periodista del New York Times, Johnny Harris, hizo una pregunta sencilla.

"¿Qué hacen realmente los demócratas cuando tienen todo el poder?".

Resulta que 18 estados de EE.UU. están efectivamente dirigidos por los demócratas, que controlan tanto el poder ejecutivo como el legislativo. Como señala Harris, los líderes demócratas tienden a culpar a los republicanos de frustrar sus planes progresistas, pero ese no es el caso en estos 18 estados en los que los republicanos están bien alejados de las palancas del poder.

Para responder a su pregunta -¿qué hacen los demócratas cuando tienen el poder?- Harris se asoció con Binyamin Appelbaum, el principal escritor sobre Negocios y Economía del consejo editorial del New York Times y autor de The Economists' Hour.

Lo que encontraron puede sorprenderles.

VIDEO

La vivienda es un derecho humano

En primer lugar, Harris y Applebaum examinaron la Plataforma del Partido Demócrata de 2020 para ver qué valores eran los más importantes para los demócratas. Luego se concentraron en un estado en particular: California, el "estado liberal por excelencia", donde los demócratas gobiernan con mayorías férreas y controlan el gobierno en la mayoría de las grandes ciudades. Por último, los periodistas decidieron analizar una política concreta: la vivienda.

Como señala Harris, la política de vivienda no es precisamente un tema atractivo. Pero Applebaum subraya la importancia de la vivienda en la lucha contra la desigualdad.

"En el caso de California, hay que fijarse en la vivienda", dice Applebaum. "No puedes decir que estás en contra de la desigualdad de ingresos en Estados Unidos a menos que estés dispuesto a que se construyan viviendas asequibles en tu vecindario.... El vecindario donde naces tiene una enorme influencia en el resto de tu vida".

Además, Harris señala que los demócratas están mayoritariamente de acuerdo en su importancia vital, señalando que la palabra vivienda se menciona más de 100 veces en la plataforma de los demócratas. De hecho, los demócratas aparecen repitiendo un mantra común en el video del New York Times.

"La vivienda es un derecho humano".

"La vivienda es un derecho humano".

"La vivienda es un derecho humano".

Entonces, ¿cómo se encuentra California en materia de vivienda?

Los demócratas pueden decir que la vivienda es un derecho humano, pero Applebaum señala que sus acciones dicen otra cosa, al menos en California.

"¿Conoces esos carteles en los que entras en un estado y que dicen 'Bienvenido a California'?", pregunta Applebaum. "Podrían sustituirlos por carteles que digan "NO ENTRE". Porque en California el costo de la vivienda es tan alto que para mucha gente es simplemente inasequible".

Como señaló Los Angeles Times en 2019, California tiene "un problema de exceso de regulación", por lo que nueve de las 15 áreas metropolitanas más caras de Estados Unidos están en California y el precio promedio de una casa en San Diego es de $830.000 dólares. En algunos casos, la gente ha tenido que esperar 20 años para construir una vivienda unifamiliar. (Cabe señalar que Applebaum parece diagnosticar mal el problema. Se queja de que "el Estado simplemente ha dejado de construir viviendas en su mayor parte". Tal vez Applebaum simplemente se equivocó al hablar, pero vale la pena señalar que el Estado no necesita construir una sola unidad de vivienda; simplemente tiene que dar un paso atrás y permitir que el mercado funcione).

Sin embargo, las regulaciones no son la historia completa. Como señala Harris, los propios californianos han luchado con uñas y dientes para mantener las viviendas asequibles de mayor densidad fuera de sus barrios. Se cita como ejemplo Palo Alto, donde los votantes anularon en 2013 una votación unánime del consejo municipal para rezonificar un terreno de 2.46 acres para permitir una urbanización con 60 unidades para personas mayores, con bajos ingresos y 12 viviendas unifamiliares.

"Creo que la gente no está viviendo sus valores", dice Applebaum. "Hay un aspecto de especie de codicia aquí".

La vivienda no es el único ámbito que los periodistas del New York Times encuentran en el que los progresistas no "viven sus valores". El estado de Washington, que tiene el tipo impositivo más regresivo de EE.UU., se cita como otro ejemplo, al igual que los distritos escolares "gerrymandered" en estados como Illinois y Connecticut, que consignan a las familias de bajos ingresos a las escuelas menos financiadas debido a su código postal.

Los periodistas se quedan con una conclusión sombría.

"Para algunos de estos valores demócratas fundacionales de igualdad en la vivienda, impuestos progresivos e igualdad en la educación, los demócratas en realidad no encarnan muy bien sus valores", dice Harris. 

Applebaum es aún más contundente.

"Los estados azules son el problema", dice el economista. "En los estados azules es donde se encuentra la crisis de la vivienda. En los estados azules es donde las disparidades en la financiación de la educación son más dramáticas. Los estados azules son los lugares donde decenas de miles de personas sin hogar viven en la calle. Los estados azules son los lugares donde la desigualdad económica está aumentando más rápidamente en este país. No se trata de un problema de falta de bienestar; es una situación en la que los estados azules son el problema".

Harris afirma que los liberales acomodados "suelen ser muy buenos a la hora de aparecer en las marchas" y hablar de su preocupación por la desigualdad. Pero cuando la situación se complica, tienden a tomar decisiones basadas en un cálculo diferente: lo que les beneficia personalmente.

El carnicero, el cervecero y el panadero

Para algunos, las conclusiones y afirmaciones de los periodistas del Times pueden resultar chocantes. Pero es probable que no sorprendan a los lectores de la Fundación para la Educación Económica (FEE).

Uno de los pilares de la teoría de la elección pública -una escuela de economía de la que fue pionero el Premio Nobel James Buchanan- es que la gente toma decisiones basándose principalmente en el interés propio. (La gente también actúa por preocupación por los demás, pero estos intereses tienden a ser secundarios al interés propio). La teoría de Buchanan se basa en la idea de que todos los grupos de personas tienden a tomar decisiones de esta manera, incluidas las personas que actúan en el mercado político, como los votantes, los políticos y los burócratas.

Muchos creen que el interés propio forma parte de la condición humana, algo tan natural como el hambre, el amor y la procreación. Aprovechar el instinto del interés propio de forma saludable -a través del libre intercambio- se ha considerado, durante mucho tiempo, una piedra angular del capitalismo y la clave de una sociedad próspera.

"No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de quien esperamos nuestra cena, sino de su interés", observó Adam Smith en La Riqueza de las Naciones. "Nos dirigimos, no a su humanidad sino a su amor propio, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas".

Para muchos progresistas, sin embargo, el interés propio se ha convertido en una especie de herejía. La idea de que los individuos deben estar motivados por cosas como la ganancia y el interés propio es un anatema; son valores que se encuentran en las novelas de Ayn Rand, no se practican en la Norteamérica del siglo XXI.

Pero como señala Applebaum, los progresistas están tomando decisiones basadas en el interés propio -él utiliza la palabra "codicia"- y no en el altruismo. Esto no debería sorprender, y estaría perfectamente bien si los progresistas actuaran por interés propio en una economía de mercado; pero no es así. Están utilizando la ley de forma perversa para su propio beneficio, mientras mantienen la creencia de que están actuando por altruismo.

El artículo del New York Times deja claro que los votantes y los políticos de los estados progresistas siguen tomando decisiones como todo el mundo: por interés propio. Los resultados son mucho peores cuando esas decisiones se toman en el espacio político, no en el mercado.