Reuters: El dinero en efectivo "desaparece" en Venezuela a pesar de la hiperinflación

La más reciente lucha de Venezuela contra la hiperinflación se desarrolla mientras Estados Unidos se enfrenta a sus propios desafíos inflacionarios.

A las afueras de los bancos estatales de Caracas, largas colas de personas serpentean las calles, todos los días, mientras esperan para hacer retiros en efectivo. 

“Estamos haciendo fila solo para poder pagar la tarifa de transporte”, declara a la prensa Karina, una enfermera que espera para poder hacer un retiro de 400.000 bolívares, el máximo permitido.

Cuatrocientos mil bolívares puede parecer mucho dinero, pero no lo es. Esta cantidad es apenas el equivalente a USD $0,20.

“Con eso no puedes comprar ni un caramelo”, Karina afirma con desdén.

A principios de marzo el Banco Central de Venezuela anunció que iba a introducir un nuevo billete de un millón de bolívares para facilitar las transacciones.

Sin embargo, los venezolanos no tienen más alternativa que esperar en fila para retirar su dinero, aún cuando sea una suma de dinero que no sirva ni para comprar un caramelo. Tal como reportó Reuters, las estaciones de transporte público en Venezuela no pueden procesar pagos digitales, lo que significa que una cantidad exorbitante de dinero físico (casi tres cuartas partes de todos los bolívares en circulación en Venezuela) es transaccionada todos los días solo para que la gente pueda pagar las tarifas de transporte y llegar a sus trabajos.

“Pagar el transporte es complicado porque no hay efectivo”, declaró a Reuters Marina Ospinos, pasajera del bus, estilista a medio tiempo y madre de dos niños. 

¿Sin efectivo?

La escasez de efectivo en Venezuela es, en cierto modo, difícil de desentrañar. Después de todo, a principios de marzo el Banco Central de Venezuela anunció que iba a introducir un nuevo billete de un millón de bolívares para facilitar las transacciones.

“Estos nuevos billetes complementarán y optimizarán las actuales denominaciones circulantes para adaptarse a las necesidades de la economía nacional”, declaró el Banco Central en un comunicado.

El problema es que las máquinas de imprimir billetes en Venezuela ya no pueden seguir el ritmo de la hiperinflación que se precipita todos los días. La inflación en enero fue de 3000% de acuerdo a cifras del Banco Central, tras años de una hiperinflación que llegó a un porciento de 10 millones en 2018.

Parte de la desaparición del efectivo parece provenir del hecho de que su Banco Central ni siquiera puede obtener suficiente papel para imprimir nuevos billetes.

Como resultado, la moneda venezolana es casi inservible, incluso tras el reciente anuncio de aquellos billetes de un millón de bolívares, que apenas equivalen a cincuenta centavos de dólar.

Pero la hiperinflación no es el único problema monetario de Venezuela. El dinero en físico está literalmente desapareciendo en el país. Reuters reporta que la cantidad de dinero en efectivo actualmente en circulación es de apenas el 2% del total de dinero existente, una baja significativa, siendo que hace solo unos años era del 7%.

“Sí, está desapareciendo”, dijo el Presidente Nicolás Maduro en una entrevista a inicios de este año, cuando se le preguntó si el dinero en efectivo estaba escaseando. “Para Venezuela eso es una gran ventaja”. (Maduro no ofreció detalles de cómo esta situación es ventajosa para los venezolanos).

“En 2020, Venezuela adquirió dos envíos de papel para la impresión de dinero de una empresa brasileña, de acuerdo con Import Genius, una empresa que recoge los registros aduaneros para el sector de la importación-exportación”, informó Reuters. “Un esfuerzo por imprimir billetes en Turquía no tuvo éxito, declararon dos personas familiarizadas con el tema”.

Los peligros de la hiperinflación

Desde la Alemania de la era de Weimar hasta Zimbabue en los años 2000 bajo el régimen de Robert Mugabe y otros casos más, la historia moderna está repleta de ejemplos de hiperinflación que asolaron a economías alguna vez prósperas.

En la mayoría de los casos, las causas inmediatas de la hiperinflación no son difíciles de identificar: una y otra vez las naciones inyectan grandes sumas de dinero a sus economías, como sucedió en el caso de Venezuela, donde su sistema socialista provocó un inmenso gasto público que no puede sostenerse tras el colapso global de los precios del petróleo y el desgaste de la industria privada en el país.

El gasto gubernamental se más que triplicó en Venezuela entre 2000 y 2013, un periodo que fue seguido por un colapso del crecimiento económico que provocó una caída de cerca del 70% del PIB entre 2013 y 2017. De acuerdo con The Economist, Maduro eligió la “solución” a la crisis económica más simple: la “creación desenfrenada de dinero para financiar el déficit presupuestario”.

Un cuento y la moraleja

La tragedia económica de Venezuela se desarrolla mientras los Estados Unidos enfrenta su propio drama inflacionario.

Una encuesta recientemente publicada por Bank of America revela que la principal preocupación de los inversionistas ya no es la pandemia, sino el riesgo de inflación para la economía.

"Tanto la inflación (37% de los encuestados) como el riesgo de un revés en el ajuste de mercado [un pánico provocado por una reducción de la cantidad de dinero que se inyecta en la economía] (35%) superan a la pandemia como principal riesgo para los inversionistas", informa Axios.

Los inversionistas no se equivocan al preocuparse. En las últimas semanas, los economistas han expresado su preocupación por el aumento de la inflación, que subió un 0.4% en febrero, como consecuencia de la subida de los precios de la energía.

"Creo que corremos un enorme riesgo", observó recientemente el economista y ex presidente de Harvard, Lawrence Summers. "Creo que hay una posibilidad real de que dentro de un año nos encontremos con el problema de inflación más grave y sin precedentes al que nos hemos enfrentado en los últimos 40 años".

La preocupación por la inflación no debería sorprendernos.

Tal como en Venezuela, las máquinas de imprimir en Estados Unidos han estado trabajando horas extra últimamente. El balance de la Reserva Federal se disparó a más de 7 trillones de dólares en 2020, un aumento de alrededor del 600% desde la crisis financiera de 2008. Este bombeo de dinero sin precedentes pretendía estimular la economía, tanto bajando artificialmente las tasas de interés como financiando un enorme derroche de gasto público a raíz de la pandemia del coronavirus. Además del presupuesto federal de casi 5 trillones de dólares, los legisladores aprobaron en el último año paquetes de estímulo federal que están a punto de alcanzar los 6 trillones de dólares en gastos, aproximadamente $42.000 dólares por contribuyente.

El Washington Post recientemente celebró la más reciente inyección de efectivo, un paquete de “ayuda por COVID” de $1.9 trillones que contiene innumerables partidas de gasto en asuntos que no están relacionados con la pandemia. 

“Los estímulos económicos de Biden hacen llover dinero en efectivo sobre los estadounidenses, haciendo de la drástica reducción de la pobreza una característica de la presidencia”, publicó el Washington Post.

Sin embargo, esta lluvia de dinero en efectivo no es gratis. La realidad económica básica es que imprimir efectivo tiene un costo; el resultado es que el dinero tenga cada vez menos valor que antes. 

Muchas personas dirán que lo que está pasando en Venezuela “no puede suceder aquí”. Esa es una filosofía muy poco sabia.

Lo cierto es que esto sí puede ocurrir en Estados Unidos, especialmente si los legisladores se dejan seducir por la moda del nuevo pensamiento económico de la Teoría Monetaria Moderna, que rechaza la idea de que los presupuestos deban estar equilibrados dado que los gobiernos tienen la capacidad de simplemente imprimir su propia moneda de manera infinita.

"Un carpintero no puede quedarse sin centímetros, un estadio no puede quedarse sin puntos, una aerolínea no puede quedarse sin millas de viajero frecuente y Estados Unidos no puede quedarse sin dólares", declaró en 2019 la economista Stephanie Kelton, ex asesora de Bernie Sanders y defensora de la Teoría Monetaria Moderna.

La obvia repercusión, señaló el economista David Youngberg, es que un estadio puede quedarse sin asientos, las aerolíneas pueden quedarse sin combustible, los carpinteros pueden quedarse sin madera. Y, como aprendemos de Venezuela, es posible incluso quedarse sin dinero en efectivo, una vez que este se ha vuelto prácticamente inútil.

La realidad económica más básica es que la Reserva Federal no puede sostener la expansión monetaria sin arriesgarse a tener una inflación extraordinaria.