¿Puede la Dolarización Resolver los Problemas de Inflación de Argentina?

La dolarización puede ser una solución rápida y efectiva a un problema urgente, pero para que Argentina pueda escapar de su crisis aparentemente permanente, la lista de cambios tendrá que ser más extensa.

A un ritmo lento pero constante, el interés público por la dolarización en Argentina está creciendo. Inicialmente, aquellos que apoyaban la eliminación del peso eran considerados locos: ¿cómo podría una nación privar a sus 45 millones de habitantes de su moneda? Pero Argentina es un país con condiciones inflacionarias interminables: la tasa de inflación anual actual supera el 100 por ciento y está aumentando rápidamente, mientras muchos temen que la hiperinflación, que el país experimentó varias veces durante el siglo XX, esté regresando. En ese contexto, deshacerse del peso puede no ser tan descabellado como suena.

De hecho, la idea de que Argentina debería dolarizarse se remonta al menos a finales de la década de 1990, la década en la que el país estuvo más cerca de erradicar la inflación. En aquel entonces, el sistema de convertibilidad implementado por el ex presidente Carlos Menem fijó el valor de un peso a un dólar. Esto limitó seriamente la capacidad del Banco Central para imprimir dinero e incluso causó deflación, pero no había ninguna garantía de que la ley que mantenía vivo el sistema sobreviviera. Esto llevó a miembros del gobierno de Menem a iniciar conversaciones con funcionarios de la Reserva Federal de Estados Unidos y evaluar su interés por la dolarización en Argentina. Sin embargo, al final el gobierno no pudo controlar su déficit y la paridad fue terminada en 2002 después de que el país se quedara sin opciones para financiar su excesivo nivel de gasto público.

Hoy en día, uno de los principales argumentos a favor de la dolarización en Argentina es el hecho de que el uso del dólar no sería una imposición del gobierno, sino simplemente el reconocimiento del estado actual de las cosas. La dolarización ya ha ocurrido en ciertos aspectos. Por ejemplo, las transacciones grandes no se realizan en moneda local. Nadie compra o vende una casa en pesos. Además, y sin distinción de clase social, todos en Argentina saben que si ahorran dinero, deben hacerlo en moneda extranjera. La gente repudia los pesos y todos tratan de deshacerse de ellos lo más rápido posible.

La razón por la cual los argentinos prefieren usar dólares no es difícil de comprender: los pesos pierden valor más rápidamente que los dólares, euros u otras monedas. Esto ocurre, a su vez, porque el gobierno continúa imprimiendo dinero para financiar su déficit. Pero aquí es donde los opositores a la dolarización plantean una objeción. El principal argumento en contra de la dolarización es que eliminar la capacidad del gobierno para crear dinero no garantiza que cesará de incurrir en déficits. Por el contrario, argumentan, ese problema en particular debería abordarse en primer lugar, y su solución probablemente haría que la dolarización fuera superflua, ya que la inflación desaparecería. El dólar por sí solo, afirman, no es una solución para el problema de Argentina.

Otros argumentos en contra de la dolarización se refieren a la posible disminución del poder adquisitivo que sufrirían los argentinos. En primer lugar, la inflación en Estados Unidos se ha acelerado en los últimos años y, de todos modos, nunca es igual a cero, lo que significa que el dinero seguiría perdiendo valor con el tiempo. Pero en segundo lugar, y lo más importante, cualquier posible dolarización tendría que ocurrir a un tipo de cambio específico, y los críticos sostienen que la cantidad de dólares reales por parte del gobierno argentino es tan baja que se produciría una brutal devaluación del peso antes de dolarizar.

Frente a estas críticas, los defensores de la dolarización sostienen que la adopción del dólar ha ayudado a estabilizar a otros países, como Ecuador. En su libro "Dolarización: Una solución para Argentina", Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky analizan extensamente la experiencia ecuatoriana. Afirmaron que, aunque el gobierno aún incurre en déficits, la inflación ha dejado de ser un problema en ese país y que la economía no es más vulnerable a los impactos externos que antes. Estos economistas también señalan el hecho de que ni siquiera un líder populista fuerte como Rafael Correa pudo revertir la dolarización, ya que el dólar en sí siempre fue más popular que él. Según dicen, la dolarización crea los incentivos adecuados para la economía incluso frente a administraciones fiscalmente irresponsables.

En Argentina, este plan de dolarización cuenta actualmente con el respaldo del candidato presidencial Javier Milei, quien tiene más del 20 por ciento de apoyo en las encuestas. Los economistas del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, que representan a la administración actual y a la anterior respectivamente, tienden a rechazar esta solución. Pero el año pasado, un representante de Juntos por el Cambio presentó un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para dolarizar y continúa abogando por ello en la actualidad, mientras que las discusiones sobre la dolarización en periódicos y canales de televisión argentinos se llevan a cabo a diario. A medida que Milei crece en las encuestas y la inflación se acelera, la dolarización parece estar ganando aceptación generalizada.

Es comprensible que la dolarización se considere una alternativa seria para Argentina. Una y otra vez, ha quedado claro que el gobierno argentino es incapaz de ofrecer a sus ciudadanos una moneda estable. El problema es que, con demasiada frecuencia, el gobierno también es incapaz de hacer otras cosas, como gastar menos de lo que recauda a través de impuestos o incluso proporcionar servicios básicos como la administración de justicia.

La dolarización puede ser una solución rápida y efectiva para un problema apremiante, pero para que Argentina escape de su aparente crisis permanente, la lista de cambios tendrá que ser más extensa.