A veces tengo que recordarme a mí mismo lo bien que lo tenemos los estadounidenses, porque -seamos sinceros- hay muchas malas noticias por ahí, sobre todo en el frente económico.
La inflación, que alcanzó el 8.5% en marzo, recibe la mayor atención y con razón. Menos atención han recibido los mercados financieros. El Nasdaq acaba de tener su peor mes desde 2008 (el año del colapso financiero). El S&P 500, por su parte, está teniendo su peor comienzo de año desde la Gran Depresión.
Y luego están los precios de los alimentos y la energía. No hay manera de endulzar los datos, lo que es una pena, porque no hay ningún lugar en el que los estadounidenses sientan más el dolor. (Todos comemos y consumimos energía).
En su último informe sobre las Perspectivas de los Mercados de Productos Básicos, el Banco Mundial prevé que los precios de los productos básicos seguirán subiendo en los próximos años. Quizá lo más alarmante sea que el banco multilateral prevé que los precios de la energía se disparen un 50.5% este año, después de haberse casi duplicado en 2021. La subida de los precios de la energía, informa el Wall Street Journal, ha sido "la más importante desde principios de los años 70".
Por su parte, los precios de los alimentos, que subieron un 31% el año pasado, se prevé que aumenten un 23% este año. Ni que decir tiene que estas subidas de precios tienen un costo considerable, especialmente para los más vulnerables de la sociedad.
"El consiguiente aumento de los precios de los alimentos y el sector energético está cobrando un importante peaje humano y económico", dijo Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial. "Es probable que detenga los avances en la reducción de la pobreza... [y] exacerbe las ya elevadas presiones inflacionistas en todo el mundo".
¿Qué ha provocado el aumento de los precios de los alimentos y de la energía? Cualquier economista le dirá que los precios suben y bajan por todo tipo de razones relacionadas con la oferta y la demanda. Pero en este caso podemos encontrar tres razones principales.
La primera, como señala el Banco Mundial, es la guerra que Rusia inició en Ucrania, que ha interrumpido el comercio y el suministro de energía y alimentos. En algunos casos, señalan los autores, es fácil encontrar ejemplos de cómo las perturbaciones en un producto básico han repercutido en toda la economía, como por ejemplo el hecho de que los elevados precios del gas natural hayan aumentado el costo de los fertilizantes, lo que ha hecho subir los precios agrícolas.
Look at the price of natural gas in Europe.
— Jon Miltimore (@miltimore79) May 2, 2022
(Via the @WorldBank) pic.twitter.com/m6o9FkRfpT
No hay duda de que la guerra ha tenido un impacto -especialmente en los mercados europeos, donde los precios del gas natural han alcanzado máximos históricos-, pero hay otras dos causas que han recibido mucha menos atención.
La primera es la Reserva Federal. El Banco Central inyectó unos 5 billones de dólares en la economía durante los dos últimos años, elevando su balance a 9 billones de dólares, incluso cuando enormes franjas de la economía mundial fueron cerradas por los gobiernos durante la pandemia. Añadir billones de dólares a la economía en un lapso de dos años -inundar el sistema con dinero, como lo describió el presidente de la Fed, Jerome Powell- mientras se restringía la producción de bienes y servicios era una receta obvia para la inflación.
"La inflación se produce cuando la oferta de dinero en una economía crece a un ritmo más rápido que la capacidad de la economía para producir bienes y servicios", explica el Banco de la Reserva Federal de San Luis. (Cómo la Fed no vio venir la inflación es otra historia).
Por último, aquí en Estados Unidos, el gobierno ha seguido inhibiendo la producción y distribución de energía. Desde la supresión del oleoducto Keystone hasta la paralización de los permisos de perforación en tierras federales, entre otras cosas, la Administración Biden ha hecho cada vez más difícil satisfacer la creciente demanda energética.
Esto es lo que ha causado tanto dolor económico a corto plazo. Afortunadamente, como explicó Peter Jacobsen de la Fundación para la Educación Económica (FEE), hay razones para el optimismo en el frente energético a largo plazo, si permitimos que los mercados funcionen.
Mientras tanto, mientras los estadounidenses luchan con precios cada vez más altos, sólo podemos esperar que más personas se den cuenta de una importante verdad: encerrar a los estadounidenses e imprimir billones fue un acto de locura.
Y quizás la idea de "dejar" los combustibles fósiles sea un poco prematura.
Este artículo fue adaptado de una edición del boletín electrónico FEE Daily. Haz clic aquí para suscribirte y recibir noticias y análisis como éste sobre el libre mercado en tu bandeja de entrada todos los días de la semana.