Por qué los agentes federales se aferran al mandato de las máscaras

Los aeropuertos han sido los principales escenarios en el "teatro" de la seguridad y de la higiene.

Los burócratas se aferran al poder. Es su predisposición institucional.

Por eso no nos sorprendió el miércoles que el Departamento de Justicia apelara la reciente sentencia del tribunal federal que anulaba el mandato de mascarilla impuesto sobre el transporte público por los Centros de Control de Enfermedades.

Como demuestra el recurso, los gobiernos son especialmente reacios a renunciar a los poderes de emergencia. Cuando lo hacen, la renuncia es a regañadientes y sólo parcial.

Esta es una de las principales razones por las que el gobierno ya engrandecido sigue creciendo. Como demostró el economista Robert Higgs en su libro Crisis y Leviatán, desde principios del siglo XX, el gobierno estadounidense ha aprovechado cada emergencia nacional para revestirse con poderes de emergencia. Una vez que la crisis desaparece, el poder del gobierno retrocede, pero nunca vuelve a los niveles anteriores a la crisis. De este modo, el gobierno federal "aumenta" su poder, a expensas de nuestra libertad, crisis tras crisis.

Este "efecto trinquete", como lo denominó Higgs, se pone de manifiesto especialmente en los aeropuertos. Allí, el mandato de las máscaras para viajar persistió mucho después de que el pánico de la pandemia se calmara y muchas otras políticas de COVID se revocaran. Y si la apelación del Departamento de Justicia tiene éxito, puede volver y persistir aún más.

El miserable efecto trinquete también se manifiesta en las numerosas medidas de seguridad aplicadas en los aeropuertos posteriores al 11 de septiembre que la Administración de Seguridad en el Transporte las sigue aplicando más de dos décadas después de la crisis que las originó.

Un aspecto curioso de muchas de estas políticas es lo aparentemente mezquinas que son. ¿Por qué se empeña el gobierno en que los viajeros se quiten los zapatos en el control de seguridad y lleven máscaras? Se ha demostrado que la eficacia de estas medidas es, en el mejor de los casos, muy dudosa. Además, estas actuaciones forzadas de "teatro de seguridad" y "teatro de higiene" ni siquiera parecen proporcionar mucho beneficio material al gobierno. ¿Qué sentido tiene aumentar ese tipo de poder?

Sospecho que uno de los principales objetivos de estas políticas mezquinas es la inculcación masiva de la obediencia. El teatro de la seguridad y el teatro de la higiene forman parte de un "teatro de la obediencia" más amplio. Los gestos obligatorios humillantes, como quitarse los zapatos y ponerse la máscara, son reverencias: actos rituales simbólicos de auto-humillación y sumisión.

No se trata de mantenerte seguro o sano. Se trata de demostrarte quién manda.