Mario Vargas Llosa: el novelista peruano que abandonó el castrismo y se convirtió en un líder del liberalismo clásico

Mario Vargas Llosa creció de orígenes humildes para convertirse en uno de los escritores más célebres del mundo. Pero su trayectoria no fue una línea recta.

[Nota del editor para los lectores de inglés: Para los latinoamericanos y los hispanohablantes, el término liberal no se utiliza como sinónimo de progresista o izquierdista. En español, el término liberal se refiere a los liberales clásicos o libertarios].

Mario Vargas Llosa tuvo pocas posibilidades de convertirse en uno de los escritores más leídos al nacer. Cuando sus ojos se abrieron al mundo, y su cerebro apenas empezaba a procesar emociones, estaba en Arequipa, Perú, lejos de los grandes circuitos editoriales de Europa o Estados Unidos. Las decisiones de su madre no le acercarían demasiado a una futura y prometedora carrera literaria, porque, desde Arequipa, se mudaron a Cochabamba, en Bolivia, donde Mario pasaría la mayor parte de su infancia, hasta que un inesperado reencuentro con su padre (a quien creía muerto), le llevaría a vivir a Lima, la capital peruana.

En su obra autobiográfica El pez en el agua,  el futuro Premio Nobel de Literatura contó que en su primera adolescencia nunca soñó con ser escritor. Por el contrario, cuando le preguntaron qué quería ser de mayor, se apresuró a responder que quería ser marinero. Sin embargo, el tiempo, el destino y, en cierto modo, el mercado, le mostrarían a Mario el camino hacia una prodigiosa carrera literaria.

Cuenta el escritor peruano que debido a la soledad en el liceo militar en el que su padre lo inscribió a la fuerza, comenzó a leer y también a escribir, quizás como una forma de drenar tantas frustraciones. Entonces, se corrió la voz de que era bueno con las letras. De repente, empezó a recibir ofertas de otros cadetes para escribir cartas de amor a sus novias, y fue entonces cuando Vargas Llosa descubrió que podía vivir de la escritura.

Las cartas de amor a los cadetes se convirtieron poco a poco en novelas cortas que vendía a sus compañeros por pequeñas sumas de dinero para comprar cigarrillos, y a partir de entonces, Mario nunca dejaría de escribir. Las novelitas, como él las llamaba, se convirtieron en grandes novelas que las editoriales industrializadas editaban, traducían y distribuían por todo el mundo. La pluma de Vargas Llosa se convirtió en una de las más cotizadas en todos los rincones del planeta, y de ella nacería también un gran pensador.

Del castrismo al liberalismo clásico

A pesar del enorme esfuerzo intelectual de Mario Vargas Llosa, como muchos pensadores de su tiempo, no escapó a los hechizos del colectivismo y a la poderosa propaganda cubana que se extendió por todo Occidente.

La revolución de Fidel en Cuba sedujo al mundo entero. Desde el New York Times hasta la BBC y los principales periódicos españoles, no hubo más que elogios para el dictador cubano. Vargas Llosa formaba parte de ese enorme grupo de personas que creían que lo que había hecho Castro era el camino a seguir por la humanidad.

Sin embargo, a diferencia de muchos de los pensadores de su época que seguían alabando a Castro a pesar de las enormes evidencias de autoritarismo en Cuba, Vargas Llosa se distanció del castrismo tras realizar varios viajes a la isla. En estos viajes fue descubriendo poco a poco los males del colectivismo, hasta el punto de remodelar radicalmente su pensamiento y convertirse en un gran pensador liberal clásico.

En su ensayo La llamada de la tribu, Vargas Llosa desglosa el pensamiento de Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Isaiah Berlin, Raymond Aron y Jean-Francois Revel.

"Optar por el liberalismo fue sobre todo un proceso intelectual de varios años al que contribuyó el hecho de haber vivido en Inglaterra desde finales de los años sesenta, dando clases en la Universidad de Londres, y haber vivido de cerca los once años de gobierno de Margaret Thatcher", escribió Vargas Llosa.

El Premio Nobel admite además que La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, y Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, son dos de sus libros de cabecera.

En este ensayo, Vargas Llosa hace una serie de análisis e interpretaciones de estos pensadores y llega a la conclusión de que: "El liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo y admite la divergencia y la crítica". Esta es precisamente una de las mayores fortalezas del liberalismo: la admisión del debate abierto y la discusión de ideas.

"Los liberales no somos anarquistas y no queremos abolir el Estado. Al contrario, queremos un Estado fuerte y eficaz, lo que no significa un Estado grande, empeñado en hacer cosas que la sociedad civil puede hacer mejor que en un régimen de libre competencia. El Estado debe asegurar la libertad, el orden público y el respeto a la ley", escribió Vargas Llosa, añadiendo: "Cuanto más crece el Estado y más poderes se arroga en la vida de una nación, más disminuye el margen de libertad del que gozan sus ciudadanos".

En este libro, el escritor peruano también admite que uno de los escritores latinoamericanos que más influyó en su pensamiento fue el venezolano Carlos Rangel, del que he escrito aquí. Yo, al igual que Mario, considero a Rangel una de las mentes más brillantes e infravaloradas de América Latina, del mundo liberal y del debate político.

Una mente liberal en evolución

Vargas Llosa, a sus 86 años, y con la increíble lucidez que le ha caracterizado, reconoce perfectamente que el liberalismo, además del libre mercado, debe ir acompañado del pluralismo y el debate de ideas, con el fin de crear poco a poco los acuerdos que toda nación necesita para el progreso social, cultural y económico.

Para ejemplificar esto, he aquí una cita de Mario en una entrevista con la revista sueca Neo Magasinet:

"Esos logros no pueden alcanzarse a través de una planificación colectivista, tratando de crear un ideal de sociedad igualitaria en la que cada individuo viva según un determinado patrón preestablecido. Eso es un error, y ha conducido a la represión más monstruosa y a la violencia más brutal de la historia. Tenemos que aceptar que la moderación es la mejor manera de mejorar las cosas, tenemos que aceptar que las reformas se llevan a cabo poco a poco, mediante acuerdos. No es la perfección, no es el paraíso, pero hay que tener en cuenta cuál es la alternativa. El sueño de una sociedad perfecta nos llevó al infierno".

Sin duda, Mario, aquel niño nacido en Arequipa y criado en Cochabamba, se ha convertido en uno de los pensadores globales y liberales más importantes del último siglo, un escritor que, espero, pueda seguir deslumbrándonos con su pluma y su pensamiento por muchos años más.

Este artículo ha sido adaptado con permiso de El American.