Una encuesta reciente realizada por The Atlantic ha revelado que la mayoría de los estadounidenses de ambos lados del pasillo político apoyan ahora la posible acción inconstitucional del gobierno para combatir la continua propagación de COVID-19.
Esto incluye al 78% de los estadounidenses que apoyan que los trabajadores de la salud privada sean obligados a prestar servicios al público a pesar del evidente riesgo para su propia salud. Poco menos del 60% apoya que el gobierno se haga cargo de empresas y propiedades privadas. Algunos políticos incluso han planteado la idea de declarar la ley marcial. La creencia es que la única respuesta posible a la crisis resulta en más poder y control para el gobierno.
Pero no sólo son innecesarios más órdenes por parte del gobierno, la fuerza y la coacción, sino que harían que el país estuviese menos preparado para combatir a COVID-19. Es importante reconocer que el mercado privado ya ha dado un paso adelante para proporcionar bienes y servicios muy necesarios, y de una manera más eficiente y rentable de lo que el gobierno podría hacer. Y todo ello sin mandatos gubernamentales demasiado agresivos e inconstitucionales.
Por ejemplo, Ford Motor Company, General Electric y 3M Company han forjado una asociación para producir mascarillas y ventiladores para ayudar a satisfacer la nueva demanda provocada por el coronavirus. Este esfuerzo incluye la fabricación de ventiladores con nueva y mejorada tecnología que aumentará la facilidad de su uso. Según el Presidente Ejecutivo Bill Ford, "Al unirnos en múltiples industrias, podemos lograr algo positivo para las personas necesitadas y para quienes están en la primera fila de esta crisis". Aunque el gobierno federal y los gobiernos estatales han pedido que se produzcan más ventiladores y máscaras médicas, el gobierno no se ha hecho cargo de ninguna empresa para hacerlo.
Los Laboratorios Abbott han comenzado a producir una nueva prueba para identificar si alguien está infectado con el virus. Es ahora la prueba más rápida disponible, la cual entrega los resultados en cuestión de minutos. Otras innovaciones prometedoras incluyen el desarrollo de una nueva prueba para los anticuerpos COVID-19; la producción de una calcomanía que se coloca sobre el cuerpo para leer los signos vitales que no requiere un equipo pesado o anticuado; y robots a control remoto a través de los cuales los médicos pueden interactuar con los pacientes infectados sin poner en peligro su propia salud. Por otro lado, la FDA, los CDC y las agencias burocráticas no anticiparon las necesidades de pruebas de COVID-19 y no reaccionaron durante semanas, ralentizando la respuesta de las empresas privadas en el proceso.
Uno de los primeros productos que se agotaron en las tiendas de EE.UU., después que estallara la crisis, fue el desinfectante de manos. En respuesta, varias grandes destilerías internacionales comenzaron a cambiar la producción a gels s para manos a base de alcohol en lugar de whisky. Según Ann Mukherjee, directora regional de la división norteamericana de Pernod Ricard SA, "le digo a todos los miembros de mi equipo que un momento de crisis no es lo que construye el carácter, sino lo que lo revela".
Además, los médicos jubilados y los profesionales de la medicina de todo el país están volviendo a trabajar voluntariamente -sin órdenes del gobierno- para ayudar a enfrentar la escasez de médicos en las ciudades más afectadas por el COVID-19.
Pero la adaptación a la cambiante demanda no se ha quedado en la industria de la salud. Corporaciones como Amazon, Instacart, Lowes y Walmart han comenzado a contratar cientos de miles de nuevos empleados para ayudar a garantizar que los alimentos y otros suministros esenciales para el hogar puedan continuar. Muchas de las principales empresas tecnológicas también están liberando sus plataformas de trabajo a distancia para animar a más empresas a adoptar el trabajo remoto y frenar la propagación de COVID-19.
Todo esto ha sucedido sin que el gobierno se haga cargo de las industrias o dicte qué o cómo operan las empresas. Para fomentar la respuesta necesaria a estos tiempos difíciles, es fundamental reconocer cómo el mercado libre ha sido capaz de girar, innovar y expandirse debido a los derechos y libertades protegidos por la Constitución. Incluso "suspender" esos derechos temporalmente haría que los estadounidenses fueran menos capaces de responder, adaptarse e innovar para lidiar con COVID-19.
La situación actual ha demostrado tanto el ingenio del libre mercado como la nocividad de muchas de las cargas gubernamentales impuestas sobre la industria privada. La mejor manera en que el gobierno puede responder a crisis como la de COVID-19 es asegurarse de que el público reciba información honesta sobre los peligros y las necesidades, y luego encontrar la manera de permitir y alentar la innovación en el sector privado.