La historia de la libertad

Una visión parcial de los pensamientos internos de Acton

Publicado originalmente el 1 de enero de 1995.

"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Esta única frase, extraída de una carta al obispo Mandell Creighton y no de un documento público, ha servido para inmortalizar el pensamiento de Lord Acton para la posteridad. Y, sin embargo, como la mayoría de los resúmenes breves, oculta tantas cosas de importancia central para Lord Acton que casi resulta engañosa. ¿Qué llevó a Acton a tal conclusión, tan totalmente opuesta a la noción de rey-filósofo de Platón? Las dos conferencias sobre La historia de la libertad nos proporcionan una visión parcial de los pensamientos internos de Acton. Es totalmente apropiado que este libro sea publicado por el Instituto Acton, una organización sin ánimo de lucro creada para promover las ideas liberales clásicas entre el clero y otras personas interesadas, un objetivo cercano al corazón de Acton.

El texto consta de dos ensayos cortos de igual extensión: "La libertad en la Antigüedad" y "La libertad en el cristianismo". La ausencia de fechas y nombres da a cada parte un aire intemporal, lo que hace que los ensayos sean legibles, sobre todo para los jóvenes estudiantes que tienen pocos antecedentes para apreciar el drama sobre el que escribe Acton. He utilizado los ensayos para un breve curso sobre "Cristianismo y civilización capitalista" y me sorprendió gratamente que los estudiantes encontraran muchos pasajes estimulantes. A un estudiante le llamó la atención la afirmación antiliberal atribuida a Aristóteles de que la marca de los peores gobiernos es que "dejan a los hombres libres para vivir como quieran" (p. 40). A otro le llamó la atención la transformación política que, según se dice, experimentó el cristianismo en torno al año 500 d.C.: "El cristianismo, que en épocas anteriores se había dirigido a las masas y se basaba en el principio de la libertad, ahora apeló a los gobernantes y lanzó su poderosa influencia a la escala de la autoridad" (p. 60).

La brevedad y el estilo de estos ensayos despiertan la curiosidad. Hay muchos pasajes que piden a gritos un examen más detallado. De la democracia ateniense, Acton escribió: "Su historia proporciona el ejemplo clásico del peligro de la democracia en condiciones singularmente favorables. Porque los atenienses no sólo eran valientes y patrióticos y capaces de un sacrificio generoso, sino que eran los más religiosos de los griegos" (p. 32). No hay referencias, ni guías, ni más pruebas que apoyen una afirmación tan rotunda. Pero si uno conoce a Acton, aquí hay una guía clara de sus propias creencias. La religiosidad de los atenienses era el fundamento de su libertad, cree Acton. Pero, ¿cómo puede persuadir a quienes desean algo más que su autoridad?

El hilo conductor entre la antigüedad y el cristianismo es la declaración de la ley natural por parte de los estoicos. Al apelar a una autoridad superior al Estado, al instar a la limitación previa de la ley natural sobre toda ley civil, los estoicos rompieron con la tradición política de los griegos. A Acton le llama la atención que la Antigüedad haya proporcionado los preceptos más nobles y que, sin embargo, estas verdades no les hayan salvado de la ruina.

"La libertad en el cristianismo comienza atribuyendo a las tribus teutonas y germánicas el ingrediente final -las instituciones participativas- que finalmente condujo al crecimiento de la libertad política. No se dan detalles y en las páginas siguientes se olvidan las tribus. En cambio, lo que surge es la importancia de la jerarquía eclesiástica en el período comprendido entre el 500 y el 1500 d.C. Fue a partir del conflicto entre la Iglesia y el Estado en este período que la libertad política acabó por arraigarse. Acton tiene el cuidado de señalar que ambas instituciones buscaban el control absoluto y es sorprendente observar cómo los principales portavoces tanto de los güelfos como de los gibelinos hablaban casi el mismo lenguaje al derivar el poder del bienestar del pueblo. "Mirando hacia atrás más de 1.000 años... Esto es lo que encontramos: el gobierno representativo, que era desconocido para los antiguos, era casi universal" (p. 67). Una conclusión que choca al oído moderno. La mayor parte del espacio restante de Acton se dedica a la desaparición de dicha libertad política bajo la influencia de Maquiavelo y el posterior retorno a una política más "moral" con los escritos de Grocio. Acton tiene buenas palabras para Estados Unidos y cree que es el mejor ejemplo de un país que ha sabido combinar la libertad con el progreso.

¿Cuáles son los puntos débiles de la exposición de Acton? Hay muy poco sobre la importancia de las Cruzadas, el Renacimiento Mercantil italiano, la Era de los Descubrimientos o la Revolución Industrial. Acton advierte a sus lectores desde el principio que se ocupa de las ideas, no de las instituciones, y relata los casos en que los actos despóticos fueron emprendidos por las instituciones liberales. Esto le permite continuar con poco énfasis en las condiciones sociales y económicas que permiten y fomentan una sociedad libre. Esto es tanto más sorprendente cuanto que Acton señala entre los enemigos de la libertad "la lucha perpetua por la existencia", que en realidad deja a los hombres "deseosos de vender su derecho de nacimiento por un potaje" (p. 21). Si los hombres hambrientos están tan ansiosos por entregar su libertad, ¿no es la subsistencia económica una condición previa para sostener una sociedad libre?

Con todo su afán por establecer la religión como un requisito previo fundamental para la libertad, Acton no observa que el cristianismo se ocupa de salvar almas. La libertad no es necesaria ni suficiente para lograr este objetivo. Nunca llega a considerar que, bajo ciertas condiciones, la obra de Dios se ve favorecida por la aceptación de males sociales como la esclavitud. Al igual que la mayoría de los cristianos modernos que han discutido el surgimiento de Occidente, Acton se siente obligado a minimizar la energía, la fuerza intelectual y el apoyo social proporcionados por el cristianismo a través de los tiempos. Los estudiosos modernos (por ejemplo, Francis Oakley, La experiencia medieval) nos han proporcionado muchas más razones para apreciar el sustento de la civilización occidental proporcionado por el cristianismo. Estas conferencias proporcionan, pues, un elocuente argumento minimalista a favor de la visión providencial del crecimiento de la libertad. No cabe duda de que vale la pena leer los ensayos de Acton, pero hay que tener siempre presente lo poco consciente que es de ser un producto de la época victoriana.

El Dr. Rashid es profesor de economía en la Universidad de Illinois.