La caída del Muro de Berlín

El Muro de Berlín es un símbolo de la “Guerra fría” y de la división entre los valores de libertad, representados por occidente, y la opresión y el estatismo que promueve el socialismo.

El 9 de noviembre celebramos el día de la Libertad. En este día también recordamos el aniversario de la caída del Muro de Berlín en 1989 como una expresión del triunfo de la libertad individual sobre la tiranía y la opresión. Esta fecha puso en evidencia el fracaso del socialismo y de la planificación central como instrumentos para alcanzar el desarrollo económico y social.

El Muro de Berlín es un símbolo de la “Guerra fría” y de la división entre los valores de libertad, representados por occidente, y la opresión y el estatismo que promueve el socialismo.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Berlín quedó dividida en cuatro sectores de ocupación. Por un lado, los aliados (estadounidenses, franceses e ingleses) y por otro los soviéticos. Las diferencias irreconciliables entre ambos bandos hicieron que, el 7 de octubre de 1949, Alemania se dividiera en dos con la declaración de la República Democrática Alemana (RDA) bajo dominio soviético. Con la división surge la República Federal Alemana (RFA) que siguió los principios occidentales de democracia y libertad.

Tan pronto como Alemania se dividió, empezó una migración de ciudadanos de la RDA huyendo de la tiranía que se avecinaba. Se calcula que desde la división de las Alemanias y antes de la construcción del muro, unas 3.5 millones de personas ya habían emigrado de la RDA, lo cual representaba un 20% de toda la población de Alemania Oriental. La mayoría de estos emigrantes eran jóvenes y personas bien educadas. Cuando las autoridades de la RDA tomaron conciencia de esta pérdida de su población que huía en busca de libertad, decidieron la construcción del Muro de la Vergüenza, también llamado así, en la noche del 12 de agosto de 1961. Al día siguiente se levantaba una alambrada provisional de 155 kilómetros. Para el 17 de agosto ya se colocaban los primeros cimientos de concreto.

El Muro de Berlín es un símbolo de la “Guerra fría” y de la división entre los valores de libertad, representados por occidente, y la opresión y el estatismo que promueve el socialismo. Previo a la caída del Muro de Berlín en 1989, la Uni<�n de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) publicaba estadísticas sobre su "impresionante" crecimiento económico, cuya falsedad se puso en evidencia tras el hito histórico. La caída del Muro de la Vergüenza reveló la realidad de las consecuencias del socialismo que practicó el bloque soviético: miseria, opresión y pobreza. Muchos personajes influyeron para poner fin a esta tragedia histórica, entre ellos, Juan Pablo II y Ronald Reagan, presidente de los EE.UU. de aquel entonces.

En el libro “The Black Book of Communism” (1999) publicado por Harvard University Press, se habla de las atrocidades del comunismo: terror, tortura, hambrunas, masacres, deportación masiva, etc. Las muertes suman, según los autores, unos 94 millones de personas: 65 millones en la República Popular China, 20 millones en la antigua Unión Soviética, 2 millones en Corea del Norte, 2 millones en Cambodia, más de 150,000 en América Latina (principalmente en Cuba), etc.

Lamentablemente la tragedia del comunismo no acabó con la caída del Muro de Berlín. El socialismo del siglo XXI usa los mismos ladrillos que levantaron el Muro de Berlín. Los líderes del socialismo del siglo XXI son, el Gobierno de Cuba, el fallecido Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro en Venezuela, entre otros. También se inspiran en el socialismo del siglo XXI las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Sandinismo en Nicaragua. En Costa Rica, el Muro de Berlín está presente en el Partido Frente Amplio, el Partido Acción Ciudadana (según declaraciones de su expresidente Alberto Cañas) y en los grupos sindicales.

En realidad, el socialismo del siglo XXI no es más que una estrategia de quienes aspiran al poder absoluto, a la tiranía y a la opresión, no por medio de la revolución armada, sino a través de la democracia. Quienes creemos en la libertad, debemos poner un alto a quienes desean usar la democracia y sus valores para satisfacer su avaricia de poder con el único fin de reprimir y explotar al ciudadano.

En este día debemos entender que la libertad política no sobrevive en ausencia de libertad económica. Es un error creer que la democracia y sus libertades se puedan conservar con un gobierno que ataca de manera sistemática la libertad económica. Veamos el caso de Cuba donde no existe ni libertad económica ni libertad política. Por su parte, Venezuela ha ido limitando todas las libertades de manera simultánea: civiles, políticas, de expresión, y económicas. En América Latina, la planificación central, la regulación, el desprecio por la iniciativa privada y el desdén hacia la libertad económica han conducido a la opresión política.

En su libro “Capitalism and Freedom” (1962), Milton Friedman nos decía que “la libertad económica es un medio indispensable para alcanzar la libertad política”. Ludwig von Mises, economista de la Escuela Austriaca, decía en su publicación “Planning for Freedom” que “La idea de que la libertad política puede preservarse en ausencia de libertad económica, y viceversa, es una ilusión”. Así como la tiranía se alimenta del socialismo, de la misma manera la dictadura y las ansias de poder político con fines perversos se debilitan con libertad económica. Ejemplo del pronóstico de estos economistas es el caso de Chile, país que abandonó la dictadura militar a los pocos años de haber introducido altas dosis de libertad económica.

En América Latina la libertad y el progreso deben, eventualmente, triunfar sobre la esclavitud y la miseria que trae el socialismo. Este es el muro que hoy debemos derribar.

El poder político crece con la reducción de la libertad económica. Como dice Walter Williams de la George Mason University, “más libertad significa menos gobierno”. Más intervención del gobierno en la economía es darle más poder a la clase política y favorece a quienes ansían el poder solo por el poder mismo. El 11 de enero de 1989, en su discurso de despedida, Ronald Reagan dijo, “el hombre no está libre, si el gobierno no está limitado, … al expandirse el gobierno, la libertad se contrae (1)”.

Decía el filósofo George Santayana que “aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Aquellos políticos que proponen más gasto público, más impuestos, más regulaciones, más instituciones, más socialismo, o bien, desconocen la historia, o tienen ambiciones perversas de poder. Sin embargo, lo más lamentable es que éstos políticos aun cuenten con apoyo de las masas.

La libertad económica no sólo ha sido la única causa del desarrollo económico, sino que además es un baluarte de la democracia y de las libertades políticas. Si deseamos preservar la democracia política, es necesario promover la libertad económica como antídoto a los regímenes totalitarios.

En América Latina la libertad y el progreso deben, eventualmente, triunfar sobre la esclavitud y la miseria que trae el socialismo. Este es el muro que hoy debemos derribar.

Este artículo fue publicado en colaboración con el Instituto Libertad