Hace un par de semanas, los guatemaltecos fuimos a las urnas a elegir al próximo presidente de Guatemala para el período 2020-2024. Luego de un proceso electoral bastante agitado, Alejandro Giammattei, ex director del sistema penitenciario (2006) ganó una segunda vuelta electoral la cual resultó alarmante ya que registró un abstencionismo de casi el 60%.
Giammattei, logró -por fin- ganar un puesto de elección popular, tras cuatro intentos de alcanzar el Poder Ejecutivo. Su compañero de fórmula, Guillermo Castillo, será el próximo vicepresidente de la República. A pesar de lograr un crecimiento en votos mayor al 200% entre la primera y segunda vuelta, su gobierno empezará con una legitimidad limitada, debido al bajo nivel de participación del electorado y al desencanto generalizado de la población con el sistema político. ¿Por qué le tendría que alarmar a los guatemaltecos el abstencionismo y el creciente apoyo a ideales radicales en contra del libre emprendimiento?
El nuevo gobierno debería enfocarse en continuar la integración centroamericana, liberar mercados y atraer más inversión extranjera directa.
El próximo periodo de gobierno será el tercero consecutivo en el que la presidencia de Guatemala es dirigida por la centro derecha tradicional. Esta pareciese ser la última oportunidad para que la derecha enderece el rumbo de un país que sigue sumergido en la pobreza y la violencia. Los últimos ocho años han representado un estancamiento económico para el país, ocasionado primordialmente por el clientelismo, la corrupción y la protección de privilegios mercantilistas.
Uno de los resultados más alarmantes de la última Elección General fue el apoyo recibido por Thelma Cabrera, aspirante a la presidencia por el Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP), quien alcanzó un sorprendente cuarto lugar con algo más del 8% de los votos. Cabrera, dirigente de extrema izquierda del Comité de Desarrollo Campesino (CODECA) promueve, entre otros temas, la nacionalización de recursos claves para el desarrollo económico, específicamente el de la energía eléctrica.
Sin lugar a dudas, la agenda colectivista del MLP, lejos de representar la solución para los problemas de Guatemala, sería más bien una completa tragedia y un retroceso para el progreso del país en muchos temas. El gran problema de la nacionalización de recursos se divide en dos aristas principales. En primer lugar, no garantizan un mejor servicio ni una mayor disponibilidad, pues la gran mayoría de las empresas estatales son sumamente ineficientes (anulando la competencia). La segunda, es que incentiva la corrupción, pues significaría la expansión del tamaño del Estado, cuando la burocracia guatemalteca claramente ha demostrado que entre más poder se entregue , más palpable es la corrupción.
No obstante, el voto a favor de Cabrera tampoco debe verse como una aceptación de su ideología por parte del guatemalteco promedio. Muchos de sus votantes ni siquiera estaban plenamente conscientes de su filosofía y mucho menos son marxistas convencidos. Lo más probable es que la frustración y rechazo al sistema corrupto e ineficiente actual, se volcó en un apoyo a la opción más radical, que presentaba un cambio con propuestas colectivistas, echándole la culpa de todos los males de la sociedad al capitalismo.
Guatemala necesita de menos intervenciones en los mercados y de más igualdad ante la ley, sin importar el apellido.
El llamada de atención para la clase política y a la élite económica es más claro que el agua. Los guatemaltecos estamos cansados de gobiernos corruptos e ineficientes que limiten el desarrollo. Guatemala necesita de menos intervenciones en los mercados y de más igualdad ante la ley, sin importar el apellido.
El nuevo gobierno debería enfocarse en continuar la integración centroamericana, liberar mercados y atraer más inversión extranjera directa. Así, se facilitaría la creación de riqueza y el desarrollo empresarial, disminuyendo el desempleo y la pobreza.
Para mejorar el ambiente económico e incrementar la confianza de los inversionistas, el gobierno deberá garantizar la seguridad, una de sus principales funciones. En la medida en que mejor se proteja la propiedad privada y los derechos individuales, mayor será el crecimiento económico de Guatemala.
Si el gobierno del binomio Giammattei- Castillo no desempeña un buen papel, la izquierda guatemalteca podría tener la mesa servida para llegar con un discurso mucho más fortalecido a las próximas elecciones. Peor aún, si el descontento ciudadano incrementa y el discurso se radicaliza, el panorama para los derechos individuales se verá bajo una gran amenaza. La probabilidad de que algo así suceda, estará también relacionada con el crecimiento de la población joven y urbana, mucho más proclive a favorecer opciones anti-sistema, ante el mal trabajo de los partidos políticos tradicionales.
En la medida en que mejor se proteja la propiedad privada y los derechos individuales, mayor será el crecimiento económico de Guatemala.
No todo está perdido. Aún quedan otros cuatro años para rectificar el rumbo del país con la economía más grande de Centroamérica. Como guatemaltecos nos debemos de unir y exigir a nuestro próximo gobierno resultados que se traduzcan en una mejora significativa en la calidad de vida, evitando caer en el colectivismo. No esperemos a que la única opción sea hacer nuestras maletas. ¡Exijamos políticas que exalten la iniciativa individual!