Esperanza de vida en Estados Unidos experimentó mayor descenso, desde la Segunda Guerra Mundial, en el 2020 y no sólo por culpa del COVID

El COVID fue la tercera causa de muerte en 2020.

Acabamos de recibir una mala, aunque no muy sorprendente, noticia. Los datos recién publicados por el Centro de Control de Enfermedades muestran que la esperanza de vida se redujo significativamente en 2020. Y, no, no sólo por el COVID-19. El cambio es más sísmico de lo que se puede explicar sólo por la pandemia.

"La esperanza de vida en Estados Unidos cayó 1.5 años en 2020, el mayor descenso desde al menos la Segunda Guerra Mundial", informó el Wall Street Journal. "Los datos provisionales publicados el miércoles por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades mostraron que la esperanza de vida de los estadounidenses se redujo a 77.3 años en 2020, más o menos el mismo nivel que en el 2003, borrando años de ganancias duramente ganados en la salud pública de la nación".

"[Nunca] había visto un cambio tan grande, salvo en los libros de historia", señaló la demógrafa del CDC, Elizabeth Arias.

Por supuesto, es de esperarse un descenso de la esperanza de vida en medio de una grave pandemia. Y, según el Wall Street Journal, el COVID-19 fue la causa directa o la causa contribuyente de $385.201 muertes en Estados Unidos en 2020. Pero más allá de estas muertes, muchos de los factores que impulsaron la caída de la esperanza de vida probablemente tuvieron que ver más con la respuesta de mano dura por parte del gobierno a la pandemia que con el propio virus.

Por ejemplo, el COVID fue la tercera causa de muerte en 2020. Las dos primeras fueron las enfermedades cardíacas y el cáncer. En ambos casos, estas amenazas letales se vieron exacerbadas por los cierres gubernamentales destinados a frenar la propagación del COVID-19.

"Muchas personas se saltaron o retrasaron el tratamiento el año pasado por afecciones como la diabetes o la hipertensión arterial y aguantaron el aislamiento, el estrés y la interrupción de las rutinas normales de dieta y ejercicios", explica el Wall Street Journal. Del mismo modo, muchas personas retrasaron las pruebas para la detección del cáncer y otros cuidados médicos cruciales debido a los cierres del gobierno.

De este modo, la "cura" del gobierno a la pandemia alimentó otras formas de enfermedad. También aumentaron las muertes por desesperación, ya que los cierres impulsaron problemas de salud mental, crisis económica y aislamiento. Por ejemplo, las sobredosis letales de drogas aumentaron un 29% el año pasado. Unos asombrosos 93.000 estadounidenses perdieron la vida por esta causa. ¿Por qué?

"Los cierres y otras restricciones pandémicas aislaron a los drogadictos y dificultaron el tratamiento", según nos informó Associated Press.

Por supuesto, los defensores de las intervenciones gubernamentales contra la pandemia dirían que estos efectos de segundo orden, aunque trágicos, eran subproductos necesarios de las órdenes de bloqueo que necesitábamos para detener la pandemia. El problema con este argumento es que no está claro que los cierres hayan logrado algo.

Como ya he explicado anteriormente:

"Docenas de estudios han mostrado desde entonces poca o ninguna correlación entre el rigor de los cierres y la contención de la propagación del COVID-19. Desde Florida hasta Nueva York, los estados que adoptaron diferentes enfoques para manejar el COVID-19 no han mostrado ningún patrón claro que ilustre el éxito de las duras medidas de contención, a pesar de sus drásticos costos.

De hecho, un estudio llegó a la conclusión de que el COVID-19 se propagó con mayor virulencia en el hogar, lo que sugiere que las órdenes de cierre "en casa" fueron más que ineficaces, y en realidad contraproducentes. Del mismo modo, una investigación de la Rand Corporation no encontró pruebas de que las medidas funcionaran. Y otro análisis descubrió que los costos de los esfuerzos de mitigación superaban los beneficios para el 89% de la población".

Así pues, cualquier beneficio derivado realmente de las arduas y dolorosas medidas de aislamiento fue mínimo, en el mejor de los casos. Pero como demuestra la disminución de la esperanza de vida de los estadounidenses, los costos fueron graves e innegables.