Eres más rico que John D. Rockefeller

¿Cuánto dinero necesitarías para vivir 100 años?

Esta historia de la revista Atlantic revela cómo los estadounidenses vivían hace 100 años. De acuerdo con los estándares de la actual clase media de los Estados Unidos, aquella manera de vivir era pobre, inconveniente, deprimente y peligrosa. (Tan sólo unos pocos años después -en 1924- el hijo de 16 años de quien, en aquel momento, era presidente de los Estados Unidos, moriría a causa de una ampolla infectada en el pie del muchacho quien  jugaba tenis en los alrededores de la Casa Blanca).

De manera que aquí les presento una pregunta que he formulado de una u otra forma en ocasiones previas, pero que es tan prudente la haga de nuevo: ¿Cuánto sería la cantidad mínima de dinero que usted exigiría a cambio de vivir de la misma manera como vivía John D. Rockefeller en 1916? ¿21.7 en millones de dólares del 2016 (que más o menos serían un millón de dólares de 1916)? ¿Lo haría a cambio de eso? Y ¿qué tal mil millones de dólares del 2016 –o de 1916? ¿Sería suficiente esa considerable suma de dólares como para comprar una cantidad de bienes y servicios de alta calidad en 1916, que haría que, al menos a usted, le sería indiferente vivir en los Estados Unidos de 1916 o vivir (con su ingreso actual) en el país de 2016?

Medite esto. Intensamente. Cuidadosamente

Si usted fuese un multi-millonario de los Estados Unidos en 1916, por supuesto que podría adquirir una propiedad de primera calidad. Podría pagar una vivienda en la Quinta Avenida u otra con vista al Océano Pacífico o incluso una en su propia isla tropical en algún lado del mundo. Pero, viajar de sus propiedades de Manhattan a su palacio en la costa occidental, le tomaría varios días y, si lo hiciera durante los meses de verano, es posible que no tuviera aire acondicionado en su propio compartimiento del ferrocarril.

Sin embargo, usted podría permitirse el uso del fonógrafo más moderno de la época. Obviamente, no se podía descargar música.

Y, aún cuando pueda que tenga aire acondicionado en su hogar en Nueva York, muchas de las viviendas de los amigos a quienes visitaría -así como a restaurantes y oficinas comerciales que usted frecuentaría- no tendrían aire acondicionado. En el invierno, muchos negocios estarían poco calentados, según los estándares actuales.

Viajar a Europa le tomaría varios días. Para ir a tierras más allá de Europa, requería de un tiempo aún mayor.

¿Querría usted enviar un paquete o una carta de un día para otro desde la ciudad de Nueva York a alguien en Los Ángeles? Lo siento. Sería imposible.

Usted podría escuchar la radio (el primer anuncio comercial se emitió en 1920), pero no podría ver la televisión. No obstante, podría pagar por un fonógrafo de último modelo para la época. (Sin embargo, no era estereofónico. Y -estoy casi seguro de eso- aún los hoy aficionados a los discos de vinil, preferirían escuchar música tocada por un disco compacto moderno, que escuchar música con un fonógrafo de 1916). Obviamente, usted no podría bajar música de la red.

Realmente no habrían muchas películas de cine que usted pudiese ver, aun cuando tendría el dinero para poder construir su propio teatro de cinematográfico en su propio hogar.

Su teléfono estaría pegado a la pared. No lo podría usar para comunicarse por Skype.

Era más factible que su limosina de lujo se varara mientras era conducido por un chofer en el pueblo, que su carro de la actualidad, mientras usted mismo lo maneja en camino a su clase de yoga. Mientras varado y esperando pacientemente en el asiento de atrás a que su chofer termine de reparar su limosina, no podría llamar a nadie por teléfono para informarle que llegaría tarde a su reunión.

Su teléfono estaría pegado a la pared. No lo podría usar para comunicarse por Skype.

Aun cuando estuviese viviendo en su residencia de Manhattan, si tuviese ganas de algún curry rojo tailandés o de un pollo a la Vindaloo o de una sopa vietnamita [pho] o un falafel, no tendría suerte alguna: aun en el caso poco probable de que usted conociese acerca de esos platos exquisitos, probablemente su chef no tendría ni idea de cómo prepararlos y el ambiente culinario de Nueva York no tendría esa comida exótica tampoco. Y, aun cuando tuviese el dinero en 1916 como para poder proveerse a sí mismo de un tazón lleno de arándanos azules en enero en su casa de Nueva York, hasta para los super-ricos es posible que el gasto no valiese la pena.

Su conexión a través del wi-fi sería dolorosamente lenta –oh, espere, ni siquiera existiría. Eso no importaría, porque usted no tendría ni siquiera una computadora ni tampoco acceso a Internet. ¡Dios santo, ni habría blogs para leer!

Hasta los mejores cuidados médicos de aquel entonces eran horrendos, comparados con los estándares actuales: entonces eran mucho más dolorosos y menos efectivos. (Acuérdese del joven Coolidge). No habían antibióticos. ¿Disfunción eréctil? ¿Desorden bipolar? Padezca males como esos. Esa sería su única opción.

Usted (si es una mujer) o (si usted es un hombre) su esposa y, en todo caso, su hija y su hermana, tenían más probabilidades de morir al dar a luz, comparado con los riesgos en la actualidad. Niños o niñas tenían una menor posibilidad de sobrevivir su infancia, mientras que hoy eso es posible para el típico recién nacido en los Estados Unidos.

El cuidado dental no era mejor. Su dinero no podría comprar un cepillo de dientes con cuerdas que vibran. (No obstante, usted podía adquirir las mejores dentaduras postizas).

A pesar de su vanidad, no podría adquirir lentes de contacto, no podría implantarse cabello o recurrir al aumento moderno y seguro de los senos. Y olvídese de la liposucción, para que le quitaran las consecuencias de haber comido demasiados terrapines, cubiertos en una salsa cremosa. 

Usted podría pagar los relojes suizos más finos, pero aún estos no podrían llevar el tiempo tan exactamente como lo hace un Timex barato de la actualidad (sin mencionar la exactitud con la su teléfono celular inteligente lleva el tiempo).

El control de la natalidad era algo primitivo: los métodos de control de la natalidad eran menos confiables y alteraban mucho más el placer que los numerosos, baratos y, disponibles hoy en día

Por supuesto que usted adora a su precioso y pequeño perrito Rover, pero su riqueza probablemente no le permitiría pagar el cuidado del veterinario de la misma manera como es habitual y rutinario hoy, en todas las partes del mundo.

Usted estaría totalmente alejado de la riqueza cultural que la globalización ha creado durante el último siglo. No habría un rock and roll tocado con guitarras eléctricas, inspirado en los Estados Unidos y generado en Gran Bretaña. Y nada de reggae. El jazz tendría grabados pocos discos.

Usted podría pagar los relojes suizos más finos, pero aún estos no podrían llevar el tiempo tan exactamente como lo hace un Timex barato de la actualidad (sin mencionar la exactitud con la su teléfono celular inteligente lleva el tiempo).

Francamente, yo no estaría ni remotamente tentado de dejar el aňo 2016, para volverme mil millones de veces más rico en 1916. Este hecho significa que, según los estándares de 1916, hoy en día soy más que un multi-millonario. Significa, al menos dadas mis preferencias, que hoy soy materialmente más rico de lo que era John D. Rockefeller en 1916. Y si mis preferencias, lo que pienso es cierto, no son tan inusuales, entonces, cada ciudadano de la actual clase media de los Estados Unidos es más rico que lo que era el hombre más rico de los Estados Unidos apenas hace 100 años. 

Reimpreso de Cafe Hayek.