Entendiendo las diferencias entre los mercados con obstáculos y el socialismo

El primer paso hacia una estructura económica sensata es asegurarse que aquellos involucrados entiendan lo que están apoyando.

En la segunda mitad del 2018, la revista Politico publicó un editorial (editorial) detallando cómo los pensadores “socialistas” visualizaban a los Estados Unidos incluso con políticas más socialistas. La pieza fue brevemente popular y circuló por los medios sociales. Los pensadores destacados describían una mezcla de políticas creativas, representando tanto al socialismo clásico como a lo que hoy es considerado como socialismo. Estas políticas son inocentemente presentadas pari passu en una narrativa interesante, que hace que tal transición económica no parezca no ser tan radical.

Argumentaré que hay una distinción importante entre el socialismo clásico y el uso contemporáneo del término, la cual se pierde en el discurso público moderno. Esta mezcla ha conducido a debates poco claros parecidos a disputas económicas anticuadas, donde diferencias en terminología provocaba que los participantes hablaran cada cual por su lado. Es más, crea una ilusión de islas de conformidad política, en donde los miembros se unifican bajo una etiqueta que cada cual define de manera diferente, escondiendo potencialmente grandes desacuerdos. En mi opinión, también fracasan quienes verdaderamente apoyan al socialismo, ya que no confrontan el tema más urgente de las economías socialistas clásicas.

La economía mixta versus el mercado sin obstáculos 

En las clases de introducción a las empresas o a la economía, los tipos básicos de economías que se presentan son típicamente de mercado, de control y mixtas. Este es el marco popular de las búsquedas en la red, al igual que aquí (here), aquí (here) y aquí (here). Aquellas clases y las bases de datos tienden a resaltar con exactitud las distinciones entre una economía de mercado y una de control, dadas las definiciones relativamente sencillas. También hay una derivación clara de que la economía mixta es, de hecho, una mezcla entre una economía de control y una de mercado.

El socialismo (Socialism), en el sentido clásico, se encuentra estrechamente alineado con la economía de control. Aquí, la característica distintiva es la propiedad estatal de los medios de producción (esto es, la eliminación de la propiedad privada, al menos en lo referente a bienes no personales). Tal arreglo reemplaza al sistema descentralizado de precios de mercado por una oficina centralizada de planificación.

Esto es muy diferente del uso actual del término, para describir las políticas del Estado con amplios beneficios sociales de la mayoría de los países más desarrollados. Virtualmente, cualquier intervención gubernamental (any government intervention) en los mercados es hoy llamada socialismo, por gente de todo el espectro político. Como resultado, el socialismo y la economía mixta han sido mal interpretados. La mezcla política es confundida con la estructural. Como lo dice (any government intervention) Mises:

“Respecto a los mismos factores de producción, en efecto, o son pública o son privadamente poseídos. El que dentro de cierta economía determinados elementos productivos sean propiedad pública, mientras otros pertenecen a particulares, no establece la existencia de un sistema mixto, en parte socialista y en parte capitalista. El sistema permanece siendo una sociedad de mercado…”

En otras palabras, la existencia de la intervención y la propiedad gubernamental de algunos factores de producción falla en imponer el síntoma característico del socialismo clásico, la ausencia de precios derivados de un mercado. Así, para Mises, el marco de “mercado, control, mixto” es una tontería. En vez de ello, él describe los tipos primordiales de economía, como un mercado sin obstáculos, un mercado con obstáculos y una economía de control. El mercado con obstáculos toma el lugar de la economía mixta, indicando que, aún cuando hay presencia gubernamental, la estructura subyacente de los precios de los factores todavía está, en última instancia, sustentada en los mercados, permitiendo que las decisiones (centralizadas o descentralizadas) sean guiadas por esos precios.

Esta distinción es importante debido a que la crítica aplicable es diferente, dependiendo de cuál sistema se está discutiendo. Cuatro de los 11 pensadores socialistas del artículo en la publicación Político no mencionan la propiedad estatal de los medios de producción, lo que sugiere una enorme disparidad de pensamiento que incluso puede estar presente entre líderes del movimiento socialista. Si bien se puede decir mucho (much to be said) acerca de un Estado de beneficios sociales dominante, hay obstáculos mucho más severos que enfrenta el socialismo clásico. El primer obstáculo entre ellos es el abrumador problema del cálculo económico, en ausencia de precios derivados del mercado. A pesar de ello, las ideas acerca de la asignación de recursos bajo el socialismo son escasas, más allá de la promoción de llamativos tópicos virtuosos.

El problema del cálculo económico 

Como cualquier comprador lo puede atestiguar, en el tiempo, los precios parecen mostrar fluctuaciones al azar. En efecto, predecir consistente y confiablemente el movimiento exacto de los precios es muy probable que sea algo imposible. Aun así, no se deduce de eso que los precios y sus fluctuaciones sean en realidad al azar, tal como tradicionalmente se usa esa palabra. Se mueven por un conjunto de fuerzas naturales y sociales que, como tales, tal vez son azarosas e impredecibles. No obstante, los precios transmiten información importante acerca de las preferencias de los consumidores y de las capacidades de producción.

Imagínese a la tierra, con todos sus recursos vivos e inanimados, como un enorme inventario. ¿Cómo asignar de la mejor manera el trabajo y los recursos, para satisfacer los deseos y necesidades de la población humana de la mejor forma posible? Tal como se ha señalado repetidamente, coordinar la producción y la logística de un simple bien de consumo (como, digamos, un lápiz (pencil)) puede ser incomprensible para un individuo en particular o para un grupo de individuos.

¿Qué bienes de consumo deberían producirse? ¿Cómo debemos producirlos? ¿Cómo deberíamos producir los bienes de capital necesarios para producir los bienes de consumo? ¿De qué calidad y en qué cantidad? ¿Cómo actualizamos nuestro proceso? ¿Cuándo abandonamos proyectos o giramos hacia rumbos inicialmente imprevistos?

La economía es tan inherentemente dinámica y compleja que una administración centralizada, como lo prescribe el socialismo clásico, es algo que esencialmente va más allá de las capacidades (fundamentally beyond the abilities) de cualquier grupo de personas, sin importar qué tan inteligente, angelical y tecnológicamente equipados estén.

Uno no necesita planificar la totalidad de la economía, sino sólo determinar cuál es la mejor forma de realizar un conjunto pequeño de tareas localizadas, usando los precios como guía.

Por fortuna, hay una, si bien imperfecta, solución descentralizada (decentralized solution). Los productores y los empresarios responden a los incentivos de las ganancias, las cuales están en función de los precios. Esto, generalmente, crea una alineación de intereses. En consecuencia, los valores subjetivos se convierten en detalles objetivos requeridos para una asignación de recursos coherente. Cada bien o servicio puede ser comparado con cualquier otro bien o servicio, y estas relaciones son revisadas en tiempo real. Así, uno no necesita planificar la totalidad de la economía, sino sólo determinar cuál es la mejor forma de realizar un conjunto pequeño de tareas localizadas, usando los precios como guía.

La cooperación espontánea que surge de este sistema, permite que los recursos se asignen con mayor eficiencia que con cualquier otra alternativa, aunque hay críticas (critiques) que valen la pena citarlas. Algunos aseveran que los precios de los mercados fallan al no tomar en cuenta ciertas externalidades, como la degradación del medioambiente. Algunos miran a compañías específicas, pero fallan en ver que los precios de mercado dirigen la interacción de empleados y empleadores, cuando postulan que jerarquías como las de las empresas pueden ser cambiadas de escala. Otros alegan que la economía puede ser computarizada, con la producción coordinada por la solución de ecuaciones simultáneas.

Estas críticas varían desde legítimas, pero insuficientes, hasta ilusorias. Reducir a jerarquías pequeñas es particularmente optimista, pues antes de llegar al nivel nacional aparecen propiedades que van emergiendo (emergent properties) en etapas múltiples. Organizaciones exitosas con estructura familiar difieren de aquellas con los niveles de vecindario, pueblo, ciudad y global. Empresas grandes (“muy grandes para que fracasen”), de hecho, encaran fragilidades debido a dificultades de planificación y riesgo, en ocasiones apoyadas sólo mediante esfuerzos de cabildeo. La computarización ha incrementado inmensamente el poder de cómputo humano, pero sería de poca ayuda para mantener una economía irreal de flujo circular. En esa economía, se desecharían (assumed away) las decisiones marginales y no necesariamente se responden a las diversas preguntas acerca de la asignación de los recursos señaladas arriba. Acerca de las externalidades no reflejadas en los precios, ese razonamiento es cierto, aunque sean exageradas (exacerbated) por la naturaleza de la propiedad pública. Esa imperfección es sólo eso ̶ una imperfección. Sin embargo, o no se puede deducir que todo el sistema debería abandonarse, en especial dadas las dificultades agregadas con soluciones alternativas.

El fracaso en apreciar la naturaleza compleja y tácita de la producción moderna, es una receta para un sufrimiento innecesario, sin importar qué tan bien intencionadas sean las políticas.

También, hay pensadores socialistas clásicos quienes, en principio, pueden estar de acuerdo con esta crítica, pero asumen que el problema es de pequeña magnitud. Es fácil dar por hecho la asignación de recursos en economías muy desarrolladas. A menudo se ha dicho que el problema de la escasez en su mayor parte se conquistó en los Estados Unidos durante el siglo XXI y que, ahora, se trata simplemente de un asunto de distribución. Estos dos objetivos económicos no son independientes (independent). Cada uno es parcialmente función del otro. El fracaso en apreciar la naturaleza compleja y tácita de la producción moderna, es una receta para un sufrimiento innecesario, sin importar qué tan bien intencionadas sean las políticas.

Hay otros problemas que el socialismo clásico encara (monitoreo del esfuerzo, innovación, mercados negros, etcétera) que no lo tienen los mercados con obstáculos, al menos no en el mismo grado. Según esto, es importante que aquellos opuestos al socialismo clásico paren de denunciar a toda intervención como socialista, pues eso sólo perpetúa la confusión acerca del término y estimula un apoyo desproporcionado a ideales que son profundamente radicales. El primer paso hacia una estructura económica razonable es asegurarse que aquellos involucrados entiendan qué es lo que están apoyando.