El 15 de marzo se produjeron entusiastas protestas de estudiantes de todo el mundo inspiradas por los apasionados llamamientos de la joven escolar sueca de 16 años, convertida en líder mundial Greta Thunberg. Thunberg salió a la luz pública en el 2018 cuando inició una huelga escolar en favor al clima frente al parlamento sueco. Alcanzó la fama mundial en enero cuando se dirigió a los asistentes en el Foro Económico Mundial de Davos.
Si los jóvenes de 16 años desean contribuir a importantes debates políticos, no deberían, como cualquier otra persona, involucrarse en la demagogia y el alarmismo.
Como era de esperar, muchas de las reacciones de los escépticos del alarmismo sobre el cambio climático parecen centrarse en la edad de Thunberg. Incluso Bjorn Lomborg parece haberla aludido en su comentario sobre cómo la narrativa predominante sobre el cambio climático hace que los niños se asusten.
No estoy de acuerdo con esta perspectiva. Creo que los niños de 16 años tienen tanta capacidad intelectual como los adultos para entender los problemas relacionados con el cambio climático y las posibles medidas que podrían tomarse para mitigarlo. Sin embargo, si los jóvenes de 16 años desean contribuir seriamente a importantes debates políticos, deberían, como cualquier otra persona, hacerlo sin caer en la demagogia y el alarmismo.
Es aquí donde Greta Thunberg-a pesar de toda su genuina sinceridad y pasión-ha fracasado espectacularmente y ha hecho un gran perjuicio a las legiones de sus seguidores, así como a las personas que pueden enfrentarse a las consecuencias de las medidas de pánico que ella defiende.
Falso sentido de urgencia
Para tener una idea del contenido de las prédicas de Thunberg, consideremos sus recientes comentarios al Presidente de la Unión Europea, Jean-Claude Juncker:
Tenemos que centrar cada centímetro de nuestro ser en el cambio climático. Porque si no lo hacemos, entonces todos nuestros logros y progresos han sido en vano. [...] Según el informe del IPCC, estamos a unos 11 años de estar en la posición en que desencadenamos una reacción en cadena irreversible más allá del control humano. Para evitarlo, es necesario que en la próxima década se produzcan cambios sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad.
Aquí no hay lugar para los matices, no hay rastro de incertidumbre, no hay apelación a los hechos reales o a la pragmática de la política; sólo la exigencia de un compromiso y sacrificio totales porque se supone que la urgencia absoluta de nuestro predicamento es evidente por sí misma, ya que nada menos que el IPCC supuestamente lo dijo.
Apostaría que sería inútil hacer a Thunberg cualquier pregunta seria sobre la ciencia que subyace en el tema del cambio climático: preguntarle cuánto se ha calentado la Tierra hasta ahora desde 1979 en comparación con las predicciones de los modelos informáticos; que la mayor parte del calentamiento reciente ocurrió durante las etapas de El Niño en la oscilación climática del ENSO; o si es consciente de que la duplicación del CO2 sólo puede causar por sí misma un calentamiento de aproximadamente 1°C y que para postular escenarios alarmistas es necesario postular retroalimentaciones positivas inciertas, mientras que, en realidad, la retroalimentación neta puede ser cero o negativa; que mucha más gente muere por temperaturas frías que por temperaturas calientes y que no son las temperaturas extremadamente frías las que son más mortales; que el aumento de las concentraciones de CO2 es bueno para la vida vegetal, y así sucesivamente.
Hay llamados a abandonar el enfoque en la competencia y enfocarse en la equidad como si eso tuviera claramente algo que ver con el cambio climático o el manejo del mismo.
Centrémonos en un tema más fácil y preguntemos si el último informe del IPCC, incluso en el resumen distorsionado para los políticos, dice algo remotamente similar a la afirmación de Thunberg de que nos quedan 11 años para el Apocalipsis, a menos que actuemos. No es de extrañar que el resumen, tan sesgado como a favor de la alarma, no diga tal cosa. Thunberg parece estar malinterpretando la declaración de la página 6 del resumen de que "el calentamiento global es probable que alcance 1,5°C entre 2030 (hasta la fecha quedan 11 años) y 2052 si continúa aumentando al ritmo actual". No hay ninguna implicación en el resumen de que esta extensión del calentamiento pueda causar consecuencias planetarias catastróficas.
Incluso si tomamos lo que Thunberg afirma sobre los impactos inevitables de un cambio climático no abordado al pie de la letra, no parece ser consciente de que la única forma viable de reducir las emisiones de CO2 es cambiar a la energía nuclear. Escribiendo para esa famosa guarida de negadores del cambio climático, MIT Technology Review, en julio pasado, James Temple citó una estimación de que si incluso California, con su abundante sol, se cambiara al 100% de renovables, eso haría que el precio por megavatio-hora se disparara a 1,612 dólares.
En cambio, escuchamos de ella los habituales tópicos de que las reducciones masivas de emisiones deberían hacerse inmediatamente usando fuentes de energía renovable. A esto se suman los llamados a abandonar el enfoque en la competencia y centrarse en la equidad como si eso tuviera claramente algo que ver con el cambio climático o con su manejo.
El fanatismo no es heroísmo
También debemos reflexionar sobre el hecho de que Thunberg es considerado por muchas personas como un heroína mundial. Incluso ha sido nominada para el Premio Nobel de la Paz. ¿Pero es realmente valiente o sabio defender una causa que ha disfrutado durante mucho tiempo del estatus de la sabiduría convencional? A la cual sólo se pueden escuchar tristemente las objeciones públicas ampliamente difundidas de personas como el Presidente Trump, quien es, sin duda, tan despistado en el tema como los alarmistas más religiosos y a quien no le importa la indignación que sus comentarios pueden causar?
Es triste si esto es lo que se califica como un heroísmo digno del Nobel en estos días. Incontables venezolanos arriesgan su libertad, su salud y sus vidas todos los días.
Es triste si esto es lo que se califica como heroísmo digno del Nobel en estos días. Incontables venezolanos, por ejemplo, arriesgan su libertad, su salud y sus vidas cada día, protestando contra el régimen de Maduro que ha perdido toda apariencia de conexión con la realidad y ha sumido al país antes más rico de América Latina en la oscuridad literal de la era preindustrial. Es gente como ellos la que deberían ser invitados a los foros mundiales para contar su historia. Ellos, no una chica de uno de los países más ricos y cómodos de la Tierra que está en demasiado pánico porque no puede hacerse leer realmente sobre la verdadera ciencia detrás del cambio climático y el estado real de las soluciones potenciales.
El verdadero problema con la sensación de la activista del cambio climático Greta Thunberg no es que tenga 16 años. Es más bien que es una fanática despistada quien es considerada valiente e iluminada por promover una causa con la que casi todo el mundo está de acuerdo sin ningún estudio o reflexión. Y es el deber de cualquiera que no quiera que el fanatismo despistado determine las políticas que afectan a miles de millones de personas, llamarlo así.