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lunes, agosto 4, 2025 Read in English
Crédito de la imagen: FEE

El progreso nos ayuda a soportar la furia de la naturaleza


La tecnología y el desarrollo están salvando vidas en zonas afectadas por desastres.

En los últimos días, el mundo se ha visto sacudido, literalmente, por varios desastres naturales: las devastadoras inundaciones de Texas en junio de 2025, que dejaron a miles de personas sin hogar; los temblores de magnitud 5.7 y 5.8 que sacudieron Guatemala el 8 y el 29 de julio, respectivamente; un terremoto de magnitud 7.3 en Alaska que activó alertas de tsunami en todo el Pacífico Norte; y, más recientemente, un enorme terremoto de magnitud 8.8 frente a las costas de Rusia el 29 de julio, uno de los más fuertes de la historia, que provocó alertas de tsunami en todo el Pacífico.

Es natural sentir que los desastres son cada vez más frecuentes. Sin embargo, esa impresión podría reflejar nuestra mayor capacidad para detectar, informar y registrar estos eventos, así como el hecho de que, gracias al ciclo informativo global las 24 horas del día, los 7 días de la semana, ahora nos enteramos de los incidentes en países lejanos casi al instante, en lugar de un aumento real de su número. Lo que podemos afirmar con certeza es que, a pesar del crecimiento de la población mundial, hoy en día las personas tienen más probabilidades de sobrevivir a los desastres que hace un siglo.

No se trata del número de desastres, sino de la supervivencia

Según datos de la Base de Datos Internacional sobre Desastres, las muertes relacionadas con desastres se redujeron drásticamente durante el último siglo. Entre 1900 y 1925, más de 12.8 millones de personas murieron a causa de desastres naturales. En cambio, entre 2001 y 2025, esa cifra se redujo a solo 1.6 millones, lo que supone una disminución del 88 %, incluso con una población mundial que se ha cuadruplicado entre esos mismos periodos.

Eso significa que el número medio de muertes por desastre ha disminuido drásticamente. A principios del siglo XX, morían una media de 60 000 personas por desastre. Hoy en día, solo mueren 163, lo que supone un descenso del 99.7 %.

Esto refleja un siglo de avances tecnológicos y coordinación en la mitigación de riesgos.

¿Por qué mueren menos personas?

Una de las razones clave es el avance tecnológico: los sistemas de alerta temprana, los satélites meteorológicos, las herramientas de telecomunicaciones digitales y las plataformas de predicción climática han salvado millones de vidas al facilitar evacuaciones oportunas. Los métodos de construcción antisísmica, los modelos de simulación y las infraestructuras resilientes han reducido drásticamente la exposición al riesgo.

Igualmente importante es el papel del desarrollo económico y una urbanización mejor planificada. El aumento del nivel de vida ha permitido a más personas vivir en condiciones más seguras y acceder a una mejor educación, información y servicios de emergencia.

En este sentido, las cifras respaldan la tesis del economista Julian Simon, quien argumentó en The Ultimate Resource (1981) que el ingenio humano, y no los recursos naturales, es el recurso más valioso para abordar los grandes retos de la humanidad. Según Simon, la creatividad, la innovación y la acumulación de conocimientos en las sociedades libres nos permiten superar amenazas que en el pasado habrían sido letales. La impresionante disminución del 88 % en las muertes por desastres naturales desde 1900 ofrece una sólida validación empírica de esta opinión: no solo nos enfrentamos a más desastres, sino que sobrevivimos mejor a ellos gracias a lo que él identificó como la verdadera fuente del progreso.

Una lección de la historia

Esto no significa que el peligro haya desaparecido y que los desastres ya no supongan una amenaza. Con los cambios en los patrones climáticos y la concentración urbana, hay mucho en juego, especialmente para los países de bajos ingresos que aún están desarrollando sus infraestructuras y sistemas de respuesta. Pero si el siglo pasado ha demostrado algo, es que el progreso tecnológico y económico no solo ofrece prosperidad, sino también protección. En muchos casos, tiene un impacto profundamente humanitario, más que cualquier medida de política pública.


  • Andrea es licenciada en Economía con especialización en Finanzas por la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, donde también se desempeña como profesora asistente en Economía y Filosofía de la Libertad. Actualmente trabaja como asociada de programas en la Fundación para la Educación Económica (FEE) y como analista macroeconómica en la firma financiera británica EMFI Securities.