Cómo los mandatos para las máscaras lo ensucian todo, literalmente

La basura impulsada por el gobierno puede convertirse rápidamente en polución.

El mandato para el uso de las mascarillas en todos los aviones y en el transporte público de Estados Unidos iba a expirar el 18 de abril. Pero el miércoles los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades lo prorrogaron por 15 días, citando un repunte de casos, especialmente de la "subvariante BA.2 omicron".

"Con el fin de evaluar el impacto potencial que el aumento de los casos tiene sobre la enfermedad grave, incluyendo las hospitalizaciones y las muertes y la capacidad del sistema de atención de la salud, la orden de los CDC se mantendrá en este momento", anunció la agencia en un comunicado.

El gobierno quiere otros 15 días para evaluar la propagación. Me resulta conocido.

La expiración de la orden habría sido un hito en la prolongada reducción de la cultura de la mascarilla impulsada por el gobierno que ha reinado en todo el mundo desde el principio de la pandemia. La imposición de las máscaras ha tenido, en el mejor de los casos, resultados mixtos, la mayoría de los cuales fueron consecuencias adversas no deseadas.

De máscaras y suciedad

La más visible de estas consecuencias ha sido la suciedad creada con las mascarillas, la cual aumentó bruscamente durante la pandemia, según un estudio de investigación publicado en diciembre de 2021 en la revista Nature Sustainability.

"La proporción de mascarillas en la basura se multiplicó por más de 80 como resultado de la legislación COVID-19, de <0.01% a >0.8%", según el estudio.

Todos los hemos visto: las mascarillas azules en las aceras y en las cunetas, a veces empapadas de agua de lluvia y cubiertas de suciedad. Es una monstruosidad repugnante: "contaminación visual" es el término técnico.

Y no se trata sólo de contaminación por las mascarillas. El estudio también habla de guantes y toallitas. Y Singapur se enfrenta a otro contaminante visual derivado de los mandatos del COVID: la basura de las calcomanías.

En agosto de 2021, The Straits Times informó de que, para cumplir las normas del gobierno que prohíben cenar a las personas no vacunadas, los locales de comida comprobaban el estado de vacunación a la entrada y marcaban a los vacunados con pequeñas calcomanías.

Este método se extendió por toda la isla. Pero ahora Singapur se enfrenta a una consecuencia imprevista de sus normas sobre las vacunas, como informó The Wall Street Journal:

"En el exterior, decenas de insignias desechadas acabaron pegadas a barandillas, paredes, señales, postes de semáforos, prácticamente cualquier superficie al alcance de la mano, incluso plantas. Algunas de las normas se han suavizado recientemente, pero los indeseados recuerdos de la pandemia permanecen.

Además de la plaga visual, las calcomanías dejan un residuo pegajoso y difícil de limpiar".

Tal y como apuntaba el Wall Street Journal, resulta irónico que Singapur se enfrente a la suciedad pegajosa en los espacios públicos como consecuencia de una orden draconiana, dado que hace décadas emitió otra orden draconiana que prohibía masticar chicle... para evitar la suciedad chiclosa en los espacios públicos.

No es sólo una monstruosidad

Algunos pueden considerar la basura como una simple molestia. Pero su contaminación visual inyecta fealdad y caos en nuestras vidas, estropea la belleza y el orden que los humanos se esfuerzan por crear de forma natural y degrada nuestra calidad de vida.

Y la basura puede convertirse en una contaminación que afecta más directamente a la salud. Esto es especialmente cierto en el caso de la basura que se acumula a gran escala debido a las políticas gubernamentales de gran envergadura que afectan el comportamiento humano en masa.

Como advierte el estudio de Nature Sustainability:

"Los objetos arrojados a la basura pueden ser transportados por las condiciones meteorológicas a los desagües y sistemas de alcantarillado, creando posibles atascos donde se enredan con otros sólidos (por ejemplo, las hojas)".

Como ya he dicho, la hojarasca puede ser repugnante. Y nuestra respuesta natural de asco suele ser una señal de advertencia de amenazas antihigiénicas para nuestra salud. Así que no es de extrañar que el estudio advirtiera que la basura puede convertirse en "vectores de otros patógenos y contaminantes".

El estudio enumera otros impactos ambientales negativos, completando la lista con los microplásticos:

"La meteorización química, física y biológica descompondrá los artículos ensuciados de macroplásticos (>5 mm) en microplásticos (<0.5 mm) y nanoplásticos (<100 nm) que tienen el potencial de entrar en la cadena alimentaria inferior y tener efectos toxicológicos, incluida la lixiviación de metales".

Cada mascarilla sucia en las aceras debería ser un recordatorio de que todos los dictados gubernamentales tienen consecuencias no deseadas. Como los escombros, los impactos adversos de las regulaciones del COVID se han acumulado, sumando un costo total alucinantemente inmenso para la sociedad: en seguridad y prosperidad material, salud (tanto física como mental) y calidad de vida. Ya es hora que hagamos limpieza.