Más allá de la extendida creencia contemporánea de que el gasto de los gobiernos es capaz de resolver los males económicos a través de la creación de puestos de empleo, la construcción de viviendas sociales a bajo costo, etc.; la verdad es que para cualquiera que sea la finalidad, siempre será a través del mismo medio: el Estado extrae rentas de los particulares (los contribuyentes que crean valor) a través de impuestos para poder financiar sus gastos, en algunos casos, como veremos a lo largo de la historia, algunos más superfluos que otros.
A continuación, te presentamos algunos de los gobernantes que más han despilfarrado en la historia:
Shi Huangdi. Primer Emperador Qin de China (221 a. C. - 210 a. C.)
Si bien gobernó menos de diez años, sentó las bases de uno de los imperios más grandes y longevos de la historia. Durante su reinado se dedicó a hacer enormes proyectos de construcción, entre ellos la Gran Muralla China, considerada la obra más grande de ingeniería del mundo. Actualmente es conocido por tener también el recinto funerario más grande del mundo, el cual consta de un mausoleo, 400 tumbas para sus funcionarios y su ejército, que son los famosos Guerreros de Terracota. También realizó reformas para la centralización del imperio, entre ellas la unificación del sistema de escritura que se mantiene hasta el día de hoy. Para ello, hizo tallar los edictos gubernamentales en los muros de las montañas sagradas de toda China, como una forma de propagar la escritura de los nuevos caracteres en todo el pueblo. Erigió una burocracia descomunal, creando 36 prefecturas, presidida cada una de ellas por un funcionario civil, otro militar y un inspector imperial (delegado del gobierno). A su vez, estas comandancias se subdividían en condados, gobernados por magistrados que dependían del delegado del gobierno.
De acuerdo con el historiador Sima Qian, la razón del despilfarro del emperador era su obsesión con alcanzar la inmortalidad y la divinidad, por ello se hizo rodear de alquimistas, astrónomos y médicos con la pretensión de que le ayudaran en ese propósito. Fue tiránico y persiguió a los intelectuales confucianos, ejecutando a 460 sabios y mandándolos a enterrar solo con sus cabezas por encima de la superficie, para después decapitarlos. También mandó a quemar los libros confucianos por ir en contra del Legalismo, corriente en la cual cimentaba su poder político.
Calígula. Emperador de Roma (37-41)
Sobrino-nieto del Emperador Augusto (quien más bien fue conocido por su frugalidad), el joven Calígula en su corto reinado de tan sólo 4 años puso a Roma al borde de la quiebra, con sus excesos y su prodigalidad.
Habiéndose criado en el exilio, durante toda su infancia sintió gran admiración por el mundo oriental, especialmente por los faraones egipcios y pronto comenzaría a emular las costumbres de los monarcas orientales, cuyo poder era omnímodo.
Calígula aumentó los salarios de los senadores y funcionarios romanos, entregó dinero a los ciudadanos y a los libertos. Hacía banquetes extravagantes que duraban varios días para los senadores y sus familias, en donde en varias ocasiones les distribuía trajes y togas púrpuras. Presidía los espectáculos de combates de gladiadores y todo tipo de juegos escénicos. En ellos distribuía entre los espectadores regalos de todas clases y hasta cestos llenos de pan y carne, y sembraba la arena de bermellón y polvo de oro. Llevó estos juegos fuera de Italia, hasta Sicilia y las Galias (actual Francia). Terminó de construir varios templos y teatros y construyó los propios. Hizo traer de Grecia las estatuas más famosas, entre ellas la de Júpiter Olímpico, a la cual quitó la cabeza y la sustituyó con la suya. Se mandó a hacer luego una estatua de oro.
Dice el historiador Suetonio que:
“en menos de un año disipó los inmensos tesoros de Tiberio César, que ascendían a dos mil setecientos millones de sestercios (...) Cuando hubo agotado los tesoros y se vio reducido a la pobreza, recurrió a la rapiña, mostrándose fecundo y sutil en los medios que empleó: como el fraude, las ventas públicas y los impuestos”.
Cuando vació las arcas del Estado, confiscó propiedades y herencias, creó varios impuestos que no existían en Roma. Continúa el historiador, refiriéndose a su deseo desmedido por la riqueza que él no había producido: “Su pasión por la riqueza había degenerado en verdadero frenesí hasta el punto de pasearse descalzo sobre inmensos montones de oro, colocados en un vasto salón, revolcándose otras veces sobre ellos”.
Asesinó a su primo Gemelo, supuestamente envenenó a su abuela Antonia, tuvo relaciones incestuosas con sus hermanas Drusila y Agripina La Menor. Asesinó y torturó a senadores y ciudadanos e incluso masacró a pueblos enteros. Entre sus extravagancias más conocidas está que nombró a su caballo favorito, Incitato, como cónsul, y le mandó construir una caballeriza de mármol, marfil, joyas y jardines y puso 18 sirvientes a su disposición.
Luis XIV. Rey de Francia (1643-1715).
También conocido como “El Rey Sol”, una de sus frases más célebres es L'État, c'est moi (El Estado soy yo). De acuerdo con Murray Rothbard, Luis XIV es la personificación del despotismo absolutista. De la mano de su “zar” económico Colbert, implementó ideas mercantilistas a gran escala. Bajo Luis XIV, la economía francesa servía exclusivamente al “interés público” y al “bien del Estado”.
Una enorme cantidad de dinero se destinó a la construcción de palacios y chateaux para el rey, siendo el de Versalles el más suntuoso de todos, con un costo aproximado de 40 millones de libras francesas. Durante su gobierno, se gastaron alrededor de 80 millones de libras en palacios y edificios reales. También la corona patrocinó el mecenazgo de artistas e intelectuales creando varias academias, con el mandato exclusivo de que su trabajo fuese sólo en servicio del rey. Además de los monopolios y regulaciones, también otorgó subsidios y subvenciones. Dice Rothbard que se derramó sobre estos sabios todo tipo de largueza y generosidad “desde el comedero del Estado”.
Durante el reinado de Luis XIV, Francia estuvo endeudada muchas veces. El rey era muy pródigo en sus gastos. Al final de su reinado y con ayuda de Colbert, concluyó que la única manera de conseguir el dinero que necesitaba era cobrar impuestos cada vez más altos y crecientes a los nobles porque tenían rentas y luego a toda la población, que cada vez se quedaba con menos.
Luis XIV no tuvo ningún tipo de empacho en identificar su interés privado como monarca con el interés público del Estado. El monarca absolutista ciertamente creía que era el dueño de toda Francia y que gobernaba por derecho divino. Como Rey Sol, adquirió un carácter semi-divino y por ende el, para pensadores como Bossuet (uno de sus intelectuales tarifados), el Rey era la encarnación del Estado y el interés público se manifestaba en su propio interés. Cualquier límite a su poder soberano era “anarquía”, y el único límite permitido era aquel impuesto por su propio interés.
Franklin D. Roosevelt. Presidente de Estados Unidos (1933-1945)
Franklin Delano Roosevelt llega a la presidencia de los Estados Unidos en los años de la llamada Gran Depresión, donde el desempleo rozaba el 16%. Con un discurso promotor de la austeridad en el gasto público y aprovechándose de la demanda de la gente para tomar acciones en contra de la depresión, rápidamente, Roosevelt ideó el New Deal, que básicamente consistió en un gran aumento del gasto público para estimular el consumo y reactivar la economía.
En su mensaje presupuestario de enero de 1934, Roosevelt prometió gastos por el orden de los 10.000 millones de dólares, cuando los ingresos eran de 3.000 millones.
En 1939, Henry Morgenthau, secretario del Tesoro de Roosevelt, señaló: "Estamos gastando más de lo que hemos gastado nunca y no funciona".
¿El resultado? El incremento del desempleo y de la deuda.
Obviamente para aumentar el gasto, Roosevelt recurrió a los mismos métodos que todos los gobernantes despilfarradores antes que él: subir los impuestos y confiscar bienes, lo que terminó ahuyentando la inversión, creando desempleo y bancarrotas. Los programas sociales del New Deal pronto se politizaron y la ayuda federal iba sólo a algunos pocos. Además, se prohibió la posesión de oro de los privados.
De hecho, los historiadores económicos afirman que el New Deal de Roosevelt en lugar de paliar la gran depresión, la prolongó. El de Roosevelt quedará para la historia como el gobierno que más ha gastado dinero en la historia de los Estados Unidos, pero ¿Con cuál fin, si Roosevelt no era un hombre particularmente ostentador? La respuesta es: compra de votos. A través de las ayudas sociales y la repartición de gasto, se aseguraba lealtades, cuotas y apoyos de coaliciones, sindicatos, etc.
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, FDR mediante la Orden Ejecutiva 9066, envió a japoneses y americanos-japoneses a campos de concentración a realizar trabajo forzado en el oeste del país.
FDR ha pasado a la historia como el único presidente que rompió la histórica tradición constitucional instaurada por George Washington de no ejercer más de dos períodos, gobernando desde 1933 hasta 1945.
Conclusiones
A lo largo de la historia, ha habido gobernantes que han gastado más de lo que pueden extraer de la población para proveerse todo tipo de lujos y excesos. Y en el siglo XX, el argumento ha sido procurar el “bien mayor” a la sociedad. En el presente, el aumento del gasto público se justifica en pro de la prestación de bienes y servicios que conducen al “bienestar social” y que están consagrados en los llamados “derechos sociales”. Así las cosas, desde comienzos del siglo pasado, vemos una fuerte tendencia al aumento exorbitante del gasto público en prácticamente todos los gobiernos del mundo.
Pero sea cual sea la motivación, debemos tener presente que el resultado siempre ha sido el mismo: mayor concentración de poder, mayor arbitrariedad y discrecionalidad del Estado y, por supuesto, mayor corrupción.