[Publicado originalmente aquí].
Los intereses de toda empresa pueden verse favorecidos por todo tipo de privilegios que le conceda el gobierno. Pero si esos privilegios se conceden en la misma medida a otras empresas, todos los empresarios salen perdiendo, no solo en su calidad de consumidores, sino también en su calidad de compradores de materias primas, productos semiacabados, maquinaria y otros equipos, en la misma medida en que se benefician. Los intereses egoístas de un grupo pueden impulsar a una persona a pedir protección para su propia empresa. Nunca pueden motivarla a pedir protección universal para todas las empresas si no está segura de recibir una protección mayor que las demás industrias o empresas.
Si todos están protegidos en la misma medida, todos pierden como consumidores tanto como ganan como productores. Además, todos se ven perjudicados por la caída general de la productividad del trabajo que provoca el traslado de las industrias de lugares más favorables a otros menos favorables.
El único efecto de la protección es desviar la producción de los lugares en los que podría producirse más por unidad de capital y trabajo invertidos a lugares en los que se produce menos. Empobrece a la población, en lugar de hacerla más próspera.