Robinson Crusoe descubrió que su isla era apta tanto para la caza como para la agricultura. Así que él y Viernes pronto desarrollaron un horario de trabajo de 12 horas que les aseguraba un suministro adecuado de alimentos. Pero no se sabe que una vez tuvieron la oportunidad de conseguir la misma cantidad de comida con una reducción del 25% de su trabajo, ¡y la rechazaron!
Según cuenta la fábula, un día llegó una canoa de una isla extranjera. Como en aquella isla abundaba la caza pero no la agricultura, el extranjero quería cambiar la caza por verduras. Se ofreció a suministrar a Robinson y a Viernes toda la caza que necesitaran, reduciendo así seis horas de su jornada laboral. A cambio, ellos le darían dos cestas de verduras al día. De este modo, el tiempo que dedicaban a la agricultura pasaría de seis a nueve horas. De este modo, el comercio con el extranjero supondría un ahorro neto de tres horas diarias de trabajo tanto para Robinson como para Viernes.
Se alejaron del extranjero para discutir su oferta en privado.
Pronto quedó claro que Viernes estaba a favor del comercio y Crusoe se oponía. Su razonamiento fue más o menos el siguiente:
Robinson señaló a Viernes que, si aceptaban la oferta del extranjero, se arruinaría su propia industria cinegética. A su vez, Viernes señaló a Robinson que seguirían teniendo tanta caza para comer como ahora. Es cierto que tendrían que trabajar más tiempo en la agricultura, pero aun así ahorrarían tres horas de trabajo en la transacción total.
Entonces Robinson argumentó que las tres horas de trabajo ahorradas no eran una ganancia sino una pérdida, ya que todo el mundo sabe que el trabajo es riqueza. En cualquier caso, ¿qué harían con esas tres horas?
Viernes replicó que podrían utilizarlas para pescar, o para mejorar su casa, o para leer, o simplemente para holgazanear. Pero Robinson estaba demasiado arraigado en la teoría laboral del proteccionismo como para dejarse convencer. Creía sinceramente que el trabajo en sí (y no el producto neto de ese trabajo) es la medida de la riqueza.
Robinson añadió entonces que también había razones políticas para rechazar la oferta del pérfido extranjero. Por ejemplo, el extranjero no haría la oferta a menos que esperara ganar con ella. Viernes se mostró de acuerdo, pero señaló que ellos también saldrían ganando con el intercambio.
A continuación, Robinson explicó a Viernes que este comercio les haría depender del extranjero. De nuevo Viernes se mostró de acuerdo, pero argumentó que el extranjero también dependería de ellos.
Entonces Robinson señaló que el extranjero podría aprender a cultivar sus propias verduras en su propia isla. Si eso ocurría, ya no les llevaría caza y podrían morirse de hambre. O, peor aún, podría llevarles verduras además de caza, destruyendo así dos de sus industrias en lugar de sólo una.
Viernes opinaba que si el comercio cesaba por completo, no estarían en peor situación que ahora. Y si el extranjero traía tanto caza como verduras, tendrían que producir algo más para intercambiar con él.
Pero Robinson pensó que los argumentos de Viernes eran poco prácticos y se basaban en meras teorías. Así que, negándose a seguir escuchando, volvió con el extranjero y le habló de la siguiente manera:
“Extranjero, antes de aceptar tu oferta, debemos estar seguros de dos cosas. Primero, debes asegurarnos que tu isla no es más rica en caza que la nuestra, pues deseamos luchar con armas iguales. Segundo, como en todo intercambio hay necesariamente un ganador y un perdedor, ustedes deben perder con el intercambio. ¿Qué dices a eso?”
“Nada”, respondió el extranjero. Y riendo a carcajadas, recuperó su canoa y se alejó remando.
Traducido y condensado por Dean Russell de Selected Works of Frederic Bastiat, Volume 1.Paris: Guillaumin, 1863. pp. 244-247.
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Ideas sobre la libertad
La puerta abierta
La ventaja de abrir nuestros mercados al libre comercio entre los países llamados “atrasados” del mundo es que no nos costaría nada hacerlo. En definitiva, ganaríamos tanto como ellos. Tenemos la oportunidad de demostrar al mundo que cuando hablamos de “libre empresa” lo hacemos con convicción, no con restricciones.
- M. Curtiss, La idea del arancel
Publicado originalmente el 1 de enero de 1958.