Sus ideas nos muestran cómo funcionan realmente los mercados.
El año 2025 marca dos hitos significativos en la historia del pensamiento económico: el 115 aniversario del nacimiento de Ronald Coase, uno de los economistas más brillantes del siglo XX, y el 65 aniversario de la publicación de uno de sus artículos más influyentes, «The Problem of Social Cost» (1960).
El gran historiador económico Robert Higgs afirmó en una ocasión que dos de los artículos más importantes que podía leer un economista eran «The Use of Knowledge in Society» (1945) de Hayek y «The Problem of Social Cost» (1960) de Ronald Coase. Aunque las ideas de Hayek y Coase fueron influyentes en el siglo XX, es difícil afirmar que sus lecciones hayan sido plenamente asimiladas por los economistas contemporáneos.
Ronald Coase publicó relativamente poco, pero sus aportaciones fueron tan importantes que recibió el Premio Nobel de Economía en 1991. Como diría el economista Carlos Rodríguez Braun , su «tasa de rentabilidad por página [fue] espectacular». Si Hayek nos ayuda a comprender la importancia de los precios y la competencia, Coase profundiza en cómo los costos de transacción configuran los mercados y las instituciones en las que funcionan. En un mundo en el que se reclama la intervención gubernamental para resolver cualquier externalidad negativa, Coase nos mostró que las soluciones de mercado pueden ser superiores y que las propuestas gubernamentales no están exentas de problemas.
La naturaleza de la empresa y los costos de transacción
Nacido en Londres en 1910, Coase se abrió camino desde un entorno de clase media baja, primero en la escuela primaria y luego estudiando en la London School of Economics, donde llegaría a doctorarse. Llegó a EEUU en los años 50 y pasaría la última parte de su carrera en la Universidad de Chicago.
A los veinte años, Coase trabajó en uno de sus artículos más influyentes: «The Nature of the Firm» (1937). En él, expuso una idea sencilla con profundas implicaciones: el intercambio de mercado puede ser costoso.
En 1931, durante un seminario en la London School of Economics, el economista Arnold Plant introdujo a Coase en la idea de cómo el sistema de precios proporciona la coordinación necesaria para producir bienes y servicios en el mercado. Plant, firme defensor del libre mercado, se oponía a los diversos planes de planificación industrial que eran populares en su época. Según Plant, el sistema de precios bastaría por sí solo para coordinar todos los factores productivos de una industria.
Sin embargo, como señaló Coase, este planteamiento pasaba por alto «un factor de producción, la administración [management], cuya función era coordinar». ¿De dónde procede este factor productivo? Y lo que es más importante, ¿dónde termina el papel de la administración en la coordinación y dónde toma el relevo el sistema de precios en la asignación de recursos?
Tomemos, por ejemplo, la producción de un automóvil. ¿Por qué existe integración vertical en su fabricación, donde el coche es ensamblado en una fábrica por un grupo de individuos coordinados mediante directivas emitidas por una jerarquía de directivos? ¿Por qué la producción del coche no tiene lugar en un mercado más descentralizado?
En otras palabras, ¿por qué existen las empresas?
Responder a estas preguntas era crucial porque los socialistas creían que la economía podía funcionar como una gran fábrica. (Algunos socialistas siguen creyéndolo; véase este artículo en Jacobin-y aquí una respuesta-).
En su conferencia del Premio Nobel , Coase lo explicó así:
Lenin había dicho que el sistema económico de Rusia funcionaría como una gran fábrica. Sin embargo, muchos economistas de Occidente sostenían que eso era imposible. Y sin embargo, en Occidente había fábricas y algunas de ellas eran extremadamente grandes. ¿Cómo conciliar las opiniones expresadas por los economistas sobre el papel del sistema de precios y la imposibilidad de una planificación económica central exitosa con la existencia de la administración y de estas sociedades aparentemente planificadas, las empresas, que operan dentro de nuestra propia economía?
La solución de Coase marcó toda su carrera. Coase llegó a la conclusión de que las empresas existen, en parte, porque utilizar el sistema de precios para coordinar los factores productivos implica costos de transacción. El sistema de precios no funciona en un vacío sin fricciones: los precios deben descubrirse, y esto conlleva costos de negociación, definición de términos y aplicación de acuerdos. Las empresas, como intermediarias, se ahorran estos costos coordinando directamente los factores de producción.
Lenin se equivocaba: una economía planificada como una gran fábrica sería disfuncional. Una economía debe permitir que surjan las organizaciones más eficientes para reducir los costos de transacción y responder a las demandas del mercado mediante el sistema de precios.
Además, Coase explicó por qué las empresas no crecen indefinidamente: el tamaño de una empresa está limitado por los costos crecientes de organizar las actividades internamente. A medida que una empresa crece, puede resultar más eficiente externalizar, contratando servicios externos en lugar de integrarlos. Este principio también se aplica a las entidades burocráticas: su eficiencia se deteriora a medida que crecen y se enfrentan a una mayor complejidad.
Economía lejos del pizarrón
Ronald Coase creía que los economistas se centraban demasiado en teorías abstractas en lugar de observar cómo se comportaba realmente la gente. En el tono irónico de Coase «Si los economistas quisieran estudiar al caballo, no irían a ver caballos. Se sentarían en sus oficinas y se dirían: «¿Qué haría yo si fuera un caballo?»».
En su opinión, el comportamiento observado revelaba las realidades de la economía. Este enfoque pragmático le llevó a cuestionar las ideas convencionales, incluidas las de Arthur Cecil Pigou, un destacado economista de la tradición neoclásica.
Los libros de texto de introducción a la economía suelen utilizar las externalidades como ejemplos clásicos de fallos del mercado. Una externalidad negativa se produce cuando una transacción entre dos partes impone un costo a un tercero, mientras que una externalidad positiva surge cuando genera un beneficio para otros.
Pigou sostenía que los mercados fallan cuando los costos y beneficios privados divergen de los costos y beneficios sociales, y que el gobierno debe intervenir para solucionar estos fallos mediante impuestos correctivos o subsidios. Siguiendo el trabajo de Pigou, los economistas modernos se refieren a los impuestos destinados a corregir las externalidades negativas como «impuestos pigouvianos» y a los subsidios destinadas a corregir las externalidades positivas como «subsidios pigouvianos».
Los economistas habían aceptado ampliamente este marco, pero en «El problema del costo social», Coase argumentó que las externalidades no son fallos del mercado, sino conflictos sobre el uso de recursos escasos difíciles de resolver debido a los costos de transacción. En un mundo sin estos costos, para Coase era obvio que las externalidades desaparecerían porque las partes podrían negociar directamente. En el mundo real, sin embargo, el gobierno suele empeorar los problemas: un impuesto que protege a B perjudica a A y no garantiza el uso óptimo de los recursos. El tratamiento pigouviano podría empujar a la economía a un equilibrio peor.
El mercado como proceso de descubrimiento
En How China Became Capitalist (2012), coescrito con Ning Wang, Coase describió la asignación de recursos en una economía de mercado como un proceso de descubrimiento, al estilo hayekiano:
La asignación de recursos en una economía de mercado es un proceso hayekiano de descubrimiento. No existe una forma mágica de colocar todos los recursos económicos donde puedan emplearse de la forma más rentable; la utilización eficiente de los recursos no es un hecho en ninguna economía. Los empresarios no tienen más remedio que recurrir a la prueba y error para averiguar dónde colocar sus recursos; en su búsqueda constante de mayores beneficios, desplazan involuntariamente los recursos hacia donde generan mayores rendimientos.
Para Coase, como para Hayek, la competencia económica es un proceso dinámico. Los empresarios asignan los recursos a los usos más valiosos mediante prueba y error, guiados por las señales de beneficios y pérdidas.
La importancia de Coase en la economía contemporánea
El impacto de Coase trasciende lo teórico. Su obra inspiró a los economistas a buscar soluciones de mercado y a cuestionar la regulación excesiva. En una entrevista con Thomas W. Hazlett para Reason en 1997, declaró
No recuerdo ninguna [regulación] que fuera buena. La regulación del transporte, la regulación de la agricultura es a, la zonificación es z. Ya sabes, vas de la a a la z, todas son malas.
En «The Market for Goods and the Market for Ideas» (1974), Coase se preguntaba por qué no extendíamos la libertad que buscamos en la expresión de las ideas a la libertad de intercambiar bienes y servicios. Y en su ensayo «Economists and Public Policy» (1975), que aparece en la recopilación Essays on Economics and Economists, Coase aplaude a los economistas que consiguen detener o retrasar regulaciones o intervenciones gubernamentales perjudiciales:
Un economista que, con su esfuerzo, consigue aplazar una semana un programa gubernamental que despilfarra 100 millones de dólares al año (lo que yo consideraría un éxito modesto) se ha ganado, con su acción, el sueldo de toda su vida.
Ronald Coase es un economista cuyo trabajo merece la pena explorar. Nos advierte sobre los problemas de interferir en el sistema de precios, destaca las virtudes de las soluciones de mercado y subraya las dificultades de abordar las externalidades mediante más gobierno.