Como enseñan tanto la teoría económica como la experiencia histórica, la calidad institucional puede marcar la diferencia entre la pobreza y la prosperidad.
¿Qué es la calidad institucional y por qué es importante para el progreso económico?
Las instituciones son las reglas del juego que configuran el comportamiento humano. Incluyen leyes, códigos de conducta y costumbres formales e informales que estructuran las interacciones entre las personas. Nuestras expectativas sobre cómo actuarán los demás en distintas situaciones dependen de las instituciones. Las instituciones estables reducen la incertidumbre y facilitan la actividad económica.
Sin embargo, no todas las instituciones promueven un comportamiento productivo. En Why Nations Fail, Daron Acemoglu y James Robinson distinguen dos tipos: instituciones inclusivas e instituciones extractivas. Las instituciones inclusivas fomentan una amplia participación en la creación de riqueza, mientras que las extractivas benefician a una pequeña élite a expensas de la mayoría. Las instituciones inclusivas protegen los derechos de propiedad privada y protegen a los individuos de las intrusiones del gobierno, mientras que las instituciones extractivas se caracterizan por la búsqueda de rentas, la coacción y los abusos de los derechos humanos.
La calidad institucional de un país es mayor cuando fomenta instituciones inclusivas. Estas instituciones son más productivas porque apoyan los mercados abiertos y alinean los intereses de los empresarios con los de los consumidores. En cambio, las instituciones extractivas son improductivas porque recompensan estrategias de suma cero.
La Red Liberal de América Latina (RELIAL) publicó recientemente la edición 2024 de su Índice de Calidad Institucional (ICI), cuyo autor es el economista Martín Krause. El ICI clasifica 183 países en función de su calidad institucional, utilizando indicadores de libertad económica y política. El índice mide en qué medida un país protege los derechos de propiedad, apoya el libre mercado, fomenta la innovación y el espíritu empresarial y defiende una democracia participativa con contrapesos.
Dinamarca, Suiza, Finlandia y Nueva Zelanda ocuparon los cuatro primeros puestos, mientras que Estados Unidos se situó en el puesto 18, habiendo descendido cuatro posiciones desde 2021. Al final de la lista figuran Corea del Norte, Yemen, Siria y Venezuela. Los países nórdicos, que tienen altos niveles de libertad tanto política como económica, ejemplifican un compromiso con las instituciones inclusivas. Los países con una mayor calidad institucional también suelen tener una mayor renta per cápita. Por ejemplo, Dinamarca ocupa el octavo lugar en PIB per cápita según el Banco Mundial. Chile, un país históricamente conocido por sus reformas favorables al mercado, tiene una de las clasificaciones de calidad institucional más altas de América Latina, con un PIB per cápita un 58% superior a la media regional.
Como señala Martín Krause, el cambio institucional tiende a ser lento, y el ICI lo refleja al mostrar poco movimiento en los 20 primeros países en los últimos cuatro años. La estabilidad institucional de los países prósperos es clave para su bienestar. Como señala George Leef, las buenas instituciones «economizan la virtud». En una economía de mercado que funciona bien, los individuos pueden contribuir al bienestar de los demás sin necesidad de niveles extraordinarios de altruismo. Por ejemplo, un tendero es honrado no necesariamente porque quiera ser virtuoso, sino porque la honradez es buena para el negocio.
Las instituciones de mercado crean orden y disciplina sin depender de que las personas sean excepcionalmente virtuosas. En las sociedades donde prevalecen las instituciones de mercado, la gente no sólo sigue las reglas del juego, sino que interioriza valores como el respeto y la persuasión en su vida cotidiana. No es de extrañar que los países que adoptan estas instituciones tiendan a ser los más prósperos y virtuosos.
¿Por qué son esenciales las instituciones para el crecimiento económico?
El crecimiento económico depende de la capacidad de un país para combinar recursos (mano de obra, capital y tierra) y técnicas (tecnología y conocimiento) de forma eficiente para producir bienes y servicios que satisfagan las necesidades de su población. Sin embargo, este proceso sólo funciona bien cuando existe un marco estable de expectativas, en el que las reglas del juego son claras y predecibles. Las instituciones son esenciales porque permiten a los individuos planificar, innovar y asumir riesgos, ingredientes clave del crecimiento económico.
Las instituciones inestables, por el contrario, crean una incertidumbre que ahoga la inversión y el comercio. Las personas pierden la capacidad de predecir los resultados de sus acciones, por lo que es menos probable que asuman riesgos o inviertan en proyectos a largo plazo. Por el contrario, las instituciones estables que protegen la propiedad privada y defienden los contratos voluntarios dan a los individuos la confianza necesaria para planificar sus actividades económicas. Esto fomenta la innovación, el ahorro y la acumulación de capital, elementos cruciales del crecimiento económico.
Conclusión
Las instituciones son la piedra angular de una economía que funciona. No sólo establecen las reglas que permiten la cooperación, sino que también reducen la incertidumbre y crean un entorno propicio para el crecimiento económico. Sin instituciones fuertes, las economías se vuelven caóticas, ineficaces y desiguales. Sin embargo, con instituciones estables, la innovación y la inversión prosperan. Tanto la historia como la teoría económica nos enseñan que los países con instituciones fuertes que protegen la propiedad privada y los contratos experimentan la mayor prosperidad y desarrollo a largo plazo.